Del silencio de debajo del niqab al grito amplificado por las redes sociales. Son mujeres de Arabia Saudí que no pueden prácticamente ni moverse sin que su guardián masculino --sea marido, hermano o hijo-- dé su consentimiento. Ahora, como si de una metáfora de la liberación de su existencia se tratara, quieren ponerse al volante.

Sin permiso del hombre no pueden viajar, trabajar, votar, ni conducir, solo por poner algunos ejemplos de la castración vital a la que están sometidas. Una intensa campaña a través de Facebook y Twitter lanzada por defensoras de los derechos femeninos en el reino ultraconservador ha llamado a las mujeres saudís con permiso de conducir conseguido en el extranjero a que hoy cojan sus coches o, en su defecto, el de los hombres de su casa. No se darán cita en ningún punto concreto, sino que la idea es que hagan sus quehaceres diarios manejando el vehículo.

Arresto en juego

El gesto de desafío a los guardianes religiosos no es fácil. Se juegan el arresto y la cárcel. Si no, que se lo pregunten a Manal al- Sharif, una informática de 32 años liberada a finales de mayo tras dos semanas de arresto, no solo por saltarse varias veces la prohibición de conducir, sino también por vanagloriarse del pulso en un vídeo en YouTube.

Es, junto a otras mujeres, una de las organizadoras de la campaña Women2drive, ampliamente respaldada en las redes sociales en todo el mundo. Tras ella, al menos cuatro compatriotas más han sido detenidas por conducir. "Da la impresión de que las mujeres, principales víctimas de la opresión, han decidido ponerse al frente del movimiento de cambio de la sociedad saudí", dice la novelista Badriya al-Bichr, tras recordar que los llamamientos a la revuelta social en Túnez y Egipto pasaron casi desapercibidos en el rico país petrolero.

Hay un precedente, en 1990, de una concentración de mujeres al volante en Ryad que fueron arrestadas. La fatua --edicto de obligado cumplimiento de una autoridad religiosa-- vetó la conducción a mujeres. Pese que no hay ninguna ley que refleje la prohibición, se impone aún hoy la interpretación religiosa.