De llegar a serlo todo o casi todo, hasta documento de identidad personal, la libreta de abastecimientos (equivalente a una cartilla de racionamiento) cumple hoy medio siglo de existencia debatiéndose entre desaparecer del todo o continuar simulando, por un tiempo más, un igualitarismo forzado que ya no existe en Cuba.

En su momento de mayor rigor, después de entrar en vigor el 19 de marzo de 1962, a la hora del almuerzo o la comida (la comida o la cena en España), ciudades y pueblos de la isla olían a lo mismo --frijoles negros, por ejemplo, uno de los manjares criollos-- y, si se hurgaba en los latones de desperdicios, aparecían restos de idénticos alimentos en todas partes, digamos que latas de leche condensada La Sierra importadas de la Unión Soviética.

En un principio fue creada con el fin de afrontar el creciente desabastecimiento, tras el embargo a Cuba decretado por EEUU, y frenar o entorpecer la acción de los acaparadores y especuladores. Eran los años de las grandes quimeras, cuando Fidel Castro anunciaba la construcción del socialismo y el comunismo a la vez y propugnaba "hacer riqueza con la conciencia y no conciencia con la riqueza". La gratuidad hizo que no hubiera en qué gastar el dinero, ni interés por trabajar. En esa época se acuñó una frase: "Sabroso y no cuesta ".

Hablando de milagros sin mencionar a los santos, el presidente Raúl Castro define ahora esa situación como "una carga insoportable para la economía y un desincentivo al trabajo", y afirma que el sistema de racionamiento, bajo el que han vivido dos generaciones, es de "un nocivo carácter igualitarista".

De forma escalonada

Cuando Raúl Castro comenzó a tomar las riendas de la nación, en julio del 2006, decidió aplicar una política económica racional que incluía ir poniendo fin a los subsidios de los alimentos, lo que significa eliminar la libreta de abastecimientos. Es un tema delicado para un número considerable de cubanos. Por eso se aplica con cautela y de manera escalonada, liberando productos que antes estaban regulados, como las legumbres, las patatas, los cigarrillos y los artículos de aseo, pero manteniendo el subsidio de los más básicos: arroz, frijoles, huevos, pollo, aceite...

Aun así, el Estado, empobrecido, debe desembolsar cada año 1.016 millones de dólares (unos 25.692 millones de pesos cubanos; 767 millones de euros) para cubrir los gastos de la cesta familiar. "Si mañana deciden quitar la libreta --comenta Raimundo, al frente de una bodega de barrio--, mucha gente se las verá negras, sobre todo los jubilados. El retiro no les alcanzará ni para comprar lo mínimo".

El salario promedio de los cubanos, todos con sanidad y educación gratuitas, es equivalente a 19 dólares mensuales (unos 14 euros), que en el caso de los pensionistas baja a cerca de 10. A ello debe sumarse que, en el 2011, el precio de los alimentos subió el 19,8%, según la Oficina Nacional de Estadísticas, lo que afecta al 40% de la población, que depende exclusivamente de los salarios estatales o de las pensiones.

Ejercicio complejo

Los alimentos racionados garantizan la mitad del consumo per cápita de la ciudadanía. La parte que falta se logra cubrir con remesas de familiares que residen en el exterior --unos 1.000 millones de dólares el año pasado (755 millones de euros)-- o con la ayuda de otros parientes que viven en Cuba.

Es un ejercicio muy complejo y el respiro viene el primer día del mes siguiente, cuando se vuelve a recibir la cuota de racionamiento hasta que se termina el último y triste grano de arroz y se reanuda de nuevo el ciclo de penurias.