El asesino en serie de Toulouse no solo eligió con saña sus objetivos, sino también el momento de sus ataques al corazón de la República. Sembrando el terror en plena precampaña, a un mes de la primera vuelta de las presidenciales, ha alterado por completo la carrera por el Elíseo. Nicolas Sarkozy ha dejado a un lado sus hábitos de candidato para ejercer a fondo el papel de jefe del Estado. "Quería poner a la República de rodillas, la República no ha cedido, ha cumplido su deber", manifestó en la ceremonia en honor de los tres soldados asesinados, a la que quisieron asistir varios candidatos, temerosos de que Sarkozy capitalice la captura del criminal Mohamed Merah.

La supuesta tregua de la campaña con motivo del duelo por las siete víctimas mortales de los tiroteos se resquebrajó ayer con la irrupción del terrorismo y del islam en el debate de la mano de Marine Le Pen, presente también en el acto fúnebre de la base de Montauban, sede del 17° regimiento de paracaidistas, destacado en la guerra de Afganistán y al que pertenecían tres víctimas. Silenciosa hasta que no se descartó la pista de un criminal de ideología neonazi, la aspirante de la ultraderecha desató una tormenta política al denunciar que "Francia ha subestimado el riesgo del terrorismo islámico". "Este hombre es musulmán antes que francés", remachó.

PAPEL PROTECTOR La frase cayó como una bomba de neutrones haciendo realidad los temores de las autoridades religiosas. Tras reunirse en el Elíseo con los líderes de la comunidad judía y musulmana, Sarkozy lanzó un vigoroso llamamiento a la "unidad nacional" en el que advirtió de que el terrorismo no conseguirá "fracturar" el país. "Debemos mostrarnos unidos y no ceder ni a la amalgama entre el islam y los crímenes ni a la venganza", repitió en su discurso ante los féretros de los soldados, que calificó de "víctimas de una ejecución terrorista".

Erigiéndose en el protector de la nación y garante de la cohesión, Sarkozy ha puesto en guardia a sus rivales. Su principal opositor, el socialista François Hollande, ha suspendido su campaña y multiplica sus apariciones para lanzar también su mensaje de unidad, al que añade que es el momento para que el país tome "una decisión". Menos comedidos, los dirigentes socialistas acusan al presidente de instrumentalizar el drama. El secretario general del partido del Gobierno, Jean François Copé, rechazó airadamente la acusación y pidió a los candidatos que mantengan "la dignidad".

En alerta terrorista desde el 2005 por la amenaza de Al Qaeda debido a su activa participación en la guerra de Afganistán, Francia no sufría un ataque en su territorio desde 1995, cuando se produjo el atentado en la estación de metro de Saint Michel, en París. Por primera vez se enfrenta a la gestión de un drama de estas dimensiones en plena campaña electoral. Se trata de un periodo muy delicado que pone a prueba el comportamiento unitario y solidario que tradicionalmente han tenido los principales partidos políticos ante todo lo referente al terrorismo.

RIESGO DE CHOQUES Si los líderes religiosos insisten en pedir calma y evitar toda amalgama entre terrorismo y religión se debe a un temor fundado de que la situación degenere en enfrentamiento. Francia, donde viven más de medio millón de judíos, cuenta con la comunidad hebrea más numerosa de Europa occidental y también con una fuerte presencia de musulmanes. Seis millones de ciudadanos pertenecen a esta religión. La chispa puede saltar fácilmente. Sucedió a principios de los años 2.000, cuando la intifada palestina se tradujo en colisiones entre miembros de las dos comunidades, incluso en las escuelas. Esta situación llevó al Gobierno a aprobar la ley del velo, que prohíbe todo signo religioso en la escuela pública y laica.

La voluntad de la ultraderecha de utilizar los asesinatos para volver a poner sobre la mesa el espinoso tema del papel del islam en la sociedad francesa fue ayer rechazada con contundencia por el resto de los partidos, que criticaron duramente a Le Pen. El centrista François Bayrou y el radical de izquierdas Jean Luc Melenchón la acusan de jugar con fuego y reforzar el clima de intolerancia. En este contexto, la crisis económica ha quedado eclipsada en la campaña.