Los egipcios acuden hoy a las urnas para elegir al que será el primer presidente del país tras la caída en desgracia de Hosni Mubarak, expulsado del poder por la revolución del 25 de enero del año pasado. Estos comicios, que los egipcios viven con gran entusiasmo, es el último paso en el proceso de transición que pilota el Ejército. A pesar de que los uniformados han prometido entregar el poder al próximo jefe del Estado el 1 de julio, nadie duda en Egipto de que intentarán no perder influencia, aunque solo sea para mantener intacto su enorme poderío económico.

La incertidumbre respecto a los resultados y la confusión política marcan estas elecciones, que se celebran sin que se haya reformado previamente la Constitución, tal y como estaba previsto, que es además la que debe fijar las atribuciones del presidente. La Asamblea Constitucional se disolvió hace pocas semanas ante la incapacidad de los islamistas y el sector laico en consensuar el texto de la nueva Carta Magna. Todo un embrollo.

A las presidenciales de hoy se presentan 13 candidatos, aunque solo cinco tienen posibilidades de alcanzar la jefatura del Estado. Gran parte de los observadores coinciden en que ninguno superará el 50% de los votos, así que los dos mejores se medirán otra vez el 16 y 17 de junio. Las encuestas publicadas, más que aclarar han creado incertidumbre. Todo indica que la clave de está en el 40% de indecisos.

Entre los cinco candidatos con mayor apoyo popular, dos son islamistas: Abdel Moneim Abul Futuh, un disidente liberal y moderado de los Hermanos Musulmanes, y Mohamed Mursi, candidato oficial de la Hermandad. Otros dos proceden del antiguo régimen: Amro Musa, exministro de Exteriores en los 90 de Mubarak, pero más conocido por ocupar después el cargo de secretario general de la Liga Árabe, y Ahmed Shafiq, un militar retirado que fue el último primer ministro de Mubarak. En medio se encuentra el izquierdista Hamdin Sabahi, líder del partido naserista Karami, que cuenta con el apoyo de muchos de los revolucionarios laicos y liberales de Tahrir que detestan

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