Justo un año después que descolgase el teléfono para ordenar que se abrieran las puertas de Alemania a los refugiados que se apelotonaban atrapados en Hungría, la cancillera Angela Merkel ha sufrido uno de los batacazos electorales más humillantes de su carrera. Ayer, la Unión Demócrata Cristiana (CDU) que preside vio como los populistas xenófobos de Alternativa por Alemania (AfD) capitalizaban el voto de descontento con su política migratoria en las elecciones de Mecklemburgo-Pomerania Occidental y se imponían como principal fuerza de la oposición.

Los resultados de ayer vuelven a situar a la cancillera ante la disyuntiva de defender su política migratoria para acoger a los refugiados o defenderse electoralmente. En una breve comparecencia desde China, donde se encuentra reunida en la convención del G20, Merkel ha hecho autocrítica y ha admitido que el auge de AfD, que le ha hecho el sorpasso a la CDU, se debe en parte a su apertura de puertas. “Debemos recuperar la confianza de los ciudadanos y la mejor manera de hacerlo es demostrar que sabemos solucionar los problemas”, ha apuntado. Para ello ha asegurado que trabajaran en la integración de los refugiados con derecho a asilo y en la repatriación de aquellos a los que no se les conceda tal permiso. Aún así, su plan sigue en marcha. “Es una decisión fundamental. Fue lo correcto”, ha insistido.

En una entrevista al diario Bild la semana pasada, reiteró que “volvería actuar de la misma manera” aunque ello la dañe políticamente. Una declaración de intenciones que después del batacazo de este domingo se verá aún con más malos ojos dentro de las facciones críticas de su partido. De momento, Merkel ya ha evitado anunciar si después de casi 11 años en el poder concurrirá para un cuarto mandato en las elecciones federales del próximo otoño.

La humillante derrota de los conservadores, que cayeron del 23% al 19% de los votos puede tener un desenlace aún más amargo. El actual ministro-presidente de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, el socialdemócrata Erwin Sellering, ha asegurado que de momento no quiere comprometerse con ningún aliado para formar una coalición de gobierno. Esas palabras han hecho temblar las piernas a los de Merkel, que hasta ahora formaban parte del ejecutivo de este estado del noreste como miembros minoritarios. Los resultados podrían incluso abrir la puerta a un pacto entre el SPD y la formación de izquierdas Die Linke.

LA IZQUIERDA TAMBIÉN SE HUNDE

A pesar de que los resultados se pueden leer como un golpe a la autoridad de Merkel, hay otros factores importantes a tener en cuenta. AfD ha querido leer los comicios como “unas elecciones federales en pequeño” pero de los 1,3 millones de votantes que hay en Mecklemburgo-Pomerania Occidental aproximadamente unos 500.000 son pensionistas que han visto su futuro amenazado, lo que no puede extrapolarse a todo un país. El discurso xenófobo ha calado muy hondo incluso en un Estado que no ha tenido que soportar una gran carga en la acogida de refugiados. Los populistas han obtenido representación en nueve de los 16 Parlamentos regionales y apuntan a que en 2017 entrarán con fuerza en el Bundestag.

Por otro lado, el centro izquierda también se ha visto duramente golpeada en los comicios del domingo. Sumando a los socialdemócratas, a Die Linke y Los Verdes los partidos progresistas se han desangrado perdiendo hasta un 14% de su potencial. La tránsfuga de votantes obreros, desempleados y autónomos, tradicionalmente próximos a las opciones de izquierda, hacia AfD ha sido su principal lastre. “Todos los partidos perdimos ayer, AfD es nuestro objetivo común”, ha insistido esta mañana el democristiano Peter Tauber, secretario general de la CDU.