El Shandong salió ayer al fin del astillero con el champán chorreando en el casco, saludado por las bocinas de los barcos cercanos y el atronador himno nacional. El bautizo en aguas del Pacífico del segundo portaviones chino y primero de fabricación doméstica llega cuando Corea del Norte y EEUU amenazan con incendiarle el patio trasero. La escenografía y el momento pretendían subrayar el nuevo poderío naval chino. La entusiasta propaganda local y la amenaza amarilla que airea Occidente contribuyen a la idea. La realidad es diferente.

El Shandong no entrará en servicio hasta el 2020. China seguirá tirando hasta entonces del Liaoning, cuya salida a escena en el 2011 generó parecida fanfarria. Se ignoró entonces que no era más que el Varyag: un oxidado buque ruso que acumulaba seis años varado en un astillero ucraniano y que carecía incluso de sistema eléctrico. Fue comprado a precio de chatarra y presentado por Pekín tras 13 años de reformas. Ya estaba pasado de moda en su inauguración y su torpeza lo descarta en un escenario bélico. Mueve a la compasión compararlo con el USS George Washington (propulsión nuclear, capacidad para 70 aviones de guerra, más de 5.000 marineros y casi dos millones de kilos de bombas), uno de los portaviones estadounidense que frecuenta las aguas del sudeste asiático.

El Shandong ofrece una sustancial y comprensible mejora respecto al Liaoning, tanto en tecnología como en capacidad para aviones y helicópteros. Mide 313 metros de largo y 75 de ancho, alcanza los 31 nudos, desplaza 70.000 toneladas y de él despegarán los cazas J-15.

Brecha naval en aumento

China lo recibía con la pompa que se reserva a las grandes ocasiones sin atender a las comparaciones. EEUU cuenta con una decena de portaviones, cualquiera de los cuales empequeñece a los chinos. Este año estrenará el superportaviones Gerald R. Ford, que casi dobla el tamaño del Shandong, cuenta con dos reactores nucleares y sistemas de lanzamiento electromagnéticos. Los expertos recuerdan que China apenas cuenta con el 4% de la capacidad naval estadounidense. Li Jie, analista militar pequinés, reconocía que la brecha tecnológica con EEUU en materia de portaviones aumenta en lugar de estrecharse a pesar de los esfuerzos nacionales.