El sufrimiento global por la pandemia de coronavirus condena al olvido a poblaciones vulnerables que ya llevaban décadas padeciendo. Mientras los recursos se centran en la respuesta inmediata a la crisis, comunidades como los refugiados sirios, los palestinos o los yemeníes ven como su situación se agrava ante la falta de fondos de las organizaciones que las asisten. En un reclamo a la comunidad internacional, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) reconoce que hasta septiembre sólo había recibido el 49% de la financiación necesaria para el año. Hace meses que el grito de auxilio de la población yemení a las puertas de la catástrofe alimentaria es ignorado.

Mientras la violencia, la persecución y los conflictos civiles continúan desarraigando a millones, la pandemia del coronavirus está desestabilizando sectores enteros de la economía, y millones dependen de ingresos que ahora están en riesgo, recordó Kelly T. Clements, la alta comisionada de la ONU para los refugiados, en estos tiempos sin precedentes, el mundo necesita ampliar su enfoque para asegurarse de que las poblaciones desplazadas y sus anfitriones generosos pero de escasos recursos no sean olvidados. Ahora es el momento de aumentar las ayudas, pedía tras anunciar la crítica situación de los programas de la agencia.

Hace un mes, la UNRWA, la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos, emitía una señal de socorro: se había quedado sin fondos por primera vez en su historia. El llamado de hoy a la comunidad internacional llega con la mayor urgencia, reconocía Philippe Lazzarini, su comisario general, tras pedir 70 millones de dólares para pagar a sus 27.000 empleados. "Me entristece profundamente saber que los salarios de nuestros trabajadores sociales y sanitarios valientes y resilientes en la primera línea y nuestros maestros que trabajan para garantizar que la educación de los estudiantes continúe durante esta crisis de salud de emergencia estén en riesgo", lamentaba.

La pandemia del coronavirus castiga así a las organizaciones internacionales que actúan como proveedoras de servicios básicos en contextos de crisis, conflicto o abandono. Son estas poblaciones vulnerables quiénes sufren las consecuencias en su propia piel. Los devastadores efectos ponen en mayor riesgo a mujeres y la infancia en particular, mientras que necesidades vitales relativas a salud, refugio, agua o saneamiento se ven terriblemente afectadas. Si esta situación continúa, ACNUR advirtió que tendría que cancelar muchos programas, como el de apoyo a supervivientes de violencia sexual y de género.Crudo invierno

Una década de guerra civil en Siria ha cambiado la demografía de Oriente Próximo para siempre. Más de once millones de personas necesitan asistencia humanitaria que proveen los países vecinos, bajo el liderazgo de ACNUR. El Plan de Respuesta y Resiliencia para los Refugiados de Siria en el 2020 está actualizando sus requisitos a la luz de las necesidades adicionales relacionadas con la Covid-19, informó Andrej Mahecic, portavoz de la agencia. El plan de 5.500 millones de dólares estaba financiado solo en un 20 por ciento en toda la región antes de la aparición del virus, observó.

En el Líbano, país del mundo con mayor número de refugiados sirios, las restricciones para paliar la pandemia les han dejado sin protección de las oenegés. A muchas de ellas se les ha impedido entrar en los campos ante la prioridad sanitaria que despertó el coronavirus. Antes de la pandemia, ACNUR señaló como la brecha entre las necesidades reales y los recursos disponibles de la agencia se amplía día a día. Más fondos para responder a la emergencia sanitaria pone en riesgo su asistencia de acondicionamiento para el invierno que se anuncia.

Yemen, al borde del abismo

Sin la red de seguridad de las remesas, más yemeníes pueden verse obligados a depender de la asistencia humanitaria como salvavidas, explicó Muhsin Siddiquey, director de Oxfam en Yemen. Más allá del coronavirus, los yemeníes en conflicto desde hace cinco años sufren el complicado proceso para entrar ayuda al país y las preocupaciones de los donantes por la cantidad de recursos desviados por las autoridades hutíes para su esfuerzo de guerra. Aunque el mundo se está recuperando del virus, la comunidad internacional debe asegurarse de que la ayuda para salvar vidas continúe llegando a los más necesitados, añadió Siddiquey.

Al borde del abismo, Yemen sufre entre sus fronteras la violencia exacerbada por los intereses de las potencias regionales. El país está inmerso en la peor crisis humanitaria del mundo donde el 70% de la población sufre de inseguridad alimentaria o desnutrición. Mientras, la solidaridad internacional llega con cuentagotas. Cada diez minutos, muere un niño yemení. Las organizaciones internacionales son forzadas a observarlos partir sin poder hacer nada al respecto. Sin fondos, no hay futuro.