Revuelta de los suburbios

Macron apuesta por blindados policiales y limitaciones en redes sociales para frenar los disturbios en la 'banlieue'

Menos de un mes después de que concluyera el intenso pulso con los sindicatos por la reforma de las pensiones, el presidente francés se enfrenta de nuevo a un estallido social

Macron desplegará blindados militares para contener la ola de violencia

Vídeo: AGENCIA ATLAS

Enric Bonet

Despliegue de blindados policiales, limitaciones en las redes sociales y confiar en que los padres calmen a los adolescentes indignados. Son las recetas del presidente francés, Emmanuel Macron, para frenar la revuelta de las 'banlieues', que estalló esta semana en Francia tras la muerte del adolescente Nahel M., de 17 años, abatido el martes por la mañana por un policía que lo disparó a quemarropa dentro de su vehículo. 

Desde entonces, no ha parado de crecer la oleada de rabia y violencias urbanas de jóvenes de los barrios populares contra los abusos policiales. La pasada noche hubo cerca de 900 detenidos, más de 500 edificios públicos incendiados y 1.900 vehículos quemados. Hasta el punto de que ya hubo dos muertos: un joven que cayó de una tienda saqueada en Rouen y un ciudadano que recibió una bala perdida de un manifestante en la Guyana, un territorio de ultramar francés situado en Sudamérica.

Menos de un mes después de que concluyera el intenso pulso con los sindicatos por la reforma de las pensiones, Macron se enfrenta de nuevo a un estallido social. Después de los titubeos de los primeros días, apuesta ahora por endurecer el tono. Y no prioriza dar una respuesta política al problema enquistado de la violencia policial en las 'banlieues'.

"Responsabilidad de los padres"

"Nada puede justificar el desorden. (…) Pido firmeza para todos aquellos que quiere crear el desorden", ha asegurado Macron este mediodía mientras presidía una célula de crisis. Aunque no apuesta, de momento, por decretar el estado de emergencia como le exige la ultraderecha, el dirigente centrista ha anunciado un refuerzo del despliegue policial y también medidas judiciales que aumenten el peso de la responsabilidad de estos desórdenes. En concreto, las fuerzas de seguridad desplegarán una quincena de blindados especial. También aumentará el número de agentes sobre el terreno después de que los 40.000 del jueves —5.000 de ellos en la región de París— se vieran desbordados.

"Es la responsabilidad de los padres de que (sus hijos) se queden en casa. Es importante para la tranquilidad de todos que se ejerza esta responsabilidad. Hago una responsabilidad al sentido de la responsabilidad de madres y padres", ha añadido el presidente. Un aspecto que ha sorprendido de los disturbios actuales es la temprana edad de sus autores, desde 14 hasta 25 años. Ante la complicidad con estos incidentes de una parte de los padres, que se sienten tratados ciudadanos de segunda y denuncian el abandono de estos suburbios, el ministro de Justicia, Éric Dupond-Moretti, anunció la adopción de una circular en que se insiste en la responsabilidad legal de los padres por las infracciones cometidas por sus padres.

El contexto actual de inicio de las vacaciones escolares favorece que se reproduzcan los disturbios. Incluso este viernes se produjeron los primeros saqueos de tiendas diurnos, con una Apple Store asaltada en Estrasburgo y también un centro comercial en el norte de la región parisina. 

¿La mano dura será suficiente?

Además de la indignación por la muerte de Nahel, estos disturbios se han visto favorecido por una espectacularización y dimensión lúdica de la experiencia de estos destrozos por parte de sus autores. Presumen de ello en redes sociales como Tik TokSnapchat o Instagram, en las que también se organizan. "Tenemos la sensación de que algunos de ellos viven en la calle los videojuegos que los han intoxicado", ha criticado Macron, quien ha pedido colaboración a las plataformas para que eliminen mensajes y les ayuden a identificar a algunos de sus autores. 

Además, el Ejecutivo ha decretado que dejarán de funcionar los autobuses y tranvías en todo el país a partir de las ocho de la tarde. Y en un número creciente de localidades —pero en ninguna de las grandes ciudades— han adoptado toques de queda nocturnos. El Gobierno de Macron está bajo presión, y aún más debido a la rapidez de los hechos. En menos de tres días se ha pasado de la conmoción por la muerte de Nahel, así como la irrupción del problema latente y recurrente de la violencia policial, a una alteración creciente del orden público.

Los partidos de ultraderecha de Marine Le Pen y Éric Zemmour presionan al Ejecutivo centrista para que adopte el estado de emergencia, siguiendo el ejemplo de cómo se actuó ante la revuelta en las 'banlieues' en 2005. En cambio, la oposición de izquierdas considera que "los discursos de escalada securitaria no servirá para nada". Y pide una respuesta política contra la violencia policial, como una derogación de una reforma legislativa de 2017, que triplicó desde entonces el número de muertos por disparos policiales (pasando de 8 a 26 el año pasado).

Atrapado entre estos dos frentes, Macron empieza a decantarse por la mano dura. Si bien esta posición puede parecer lógica dado el caos incipiente, puede resultar insuficiente. Aún más teniendo en cuenta el estado de ánimo entre muchos jóvenes de los barrios populares. "No solo la policía abusa de nosotros, sino que ahora van a encerrarnos en nuestros barrios. Esto no hará más que cabrearnos aún más", explica a EL PERIÓDICO, del grupo Prensa Ibérica, Leila, de 17 años, una joven estudiante que repasaba para el examen de Bachillerato en una terraza delante del Ayuntamiento de Montreuil.

Esta localidad del este de la 'banlieue' de París, de moda entre muchos jóvenes, ha sido el escenario de destrozos y barricadas durante las últimas noches. "Es como si se hubiera convertido en el fin del mundo", lamenta Michelle, de 75 años, una vecina de la zona. "No me parece bien que se dediquen a destrozar comercios, pero entiendo perfectamente que incendien comisarías de policía y delegaciones del Gobierno", le responde Leila. "Estuvimos protestando durante los últimos seis meses y nadie nos escuchó", añade esta joven, quien vincula el malestar actual con el cierre en falso del pulso por las pensiones. Una vez se ha destapado la olla hirviente de la sociedad francesa, costará cerrarla.