Oleada de disturbios

La resaca de la revuelta en las 'banlieues': “Estábamos en guerra y teníamos que aprovecharlo”

La policía francesa ha detenido a más de 3.200 adolescentes y jóvenes debido a la oleada de disturbios por la muerte de Nahel. Muchos de ellos comparecen ante los tribunales en juicios rápidos

Ciudadanos se congregan ante la alcaldía semidestruida por las llamas de Persan, cerca de París.

Ciudadanos se congregan ante la alcaldía semidestruida por las llamas de Persan, cerca de París. / REUTERS

Enric Bonet

Emmanuel, Mickael y Suleyman. Así se llaman. Tienen entre 18 y 19 años. Los tres podrían encarnar personajes de películas como El odio de Mathieu Kassovitz o Los miserables de Ladj Li. Pero en realidad son tres jóvenes franceses de carne y huesos. A principios de la semana pasada, tenían en mente sus planes veraniegos y sueños para el curso que viene. Uno quería empezar la carrera de Psicología, otro aspiraba a convertirse en un ingeniero informático y el tercero —el único con antecedentes— pretendía formarse como camillero y así dejar sus últimos tiempos como ladronzuelo. Pero un hecho inesperado cambió de manera radical su verano 2023.

Fue la muerte de Nahel M., de 17 años, el adolescente de Nanterre abatido con un disparo a quemarropa por un agente de policía durante un control de circulación el 27 de junio por la mañana en esta localidad al noroeste de París. Ese trágico deceso generó conmoción y una fuerte indignación, sobre todo, entre los habitantes de las banlieues (ciudades y barrios periféricos con un elevado porcentaje de población de origen extranjero). El año pasado hubo 13 muertes de ciudadanos galos —muchos de ellos personas racializadas— que no acataron a una orden policial y perdieron la vida después de que les dispararan por ello dentro de su vehículo. Eso alimentó el acalorado debate sobre los abusos policiales en Francia.

Los hechos, sin embargo, sucedieron con una velocidad endiablada durante la última semana. De la conmoción y la indignación se pasó rápidamente a la rabia y una oleada protestas violentas y actos vandálicos con una intensidad superior a lo vivido en los últimos años en el bullicioso país vecino, así como la histórica revuelta de las banlieues de 2005, que duró tres semanas. Ha habido más de 5.000 coches incendiados250 ataques contra comisarías y cerca de 1.000 edificios incendiados. La noche más ajetreada fue la del jueves al viernes. Desde entonces, los disturbios han ido decayendo progresivamente. ¿Ha llegado la hora de la resaca de esta nueva revuelta de los jóvenes de los barrios periféricos? Así lo parece.

Juicios rápidos después de más de 3.200 arrestos

Las fuerzas de seguridad detuvieron a más de 3.200 adolescentes y jóvenes por la última semana de disturbios. Muchos de ellos ya comparecen ante los tribunales en juicios rápidos, pocos días después de su detención. Es el caso de Emmanuel, Mickael y Suleyman, quienes fueron juzgados este martes por la tarde en el Tribunal de Bobigny, al nordeste de la región de París. Las salas de audiencias en la capital del departamento (provincia) de Seine-Saint-Denis —uno de los más pobres de Francia y donde las violencias urbanas se diseminaron rápidamente— están llenas de casos de este tipo. 

De hecho, los titulares de la frenética semana tras la muerte de Nahel se ven reflejadas en microhistorias. Por ejemplo, aquellas sufridas por los mismos habitantes modestos de estos barrios a los que quemaron el coche y saquearon el comercio. Pero también las microhistorias de los miles de implicados en esta revuelta, unos jóvenes que canalizaron con la peor de las formas —una violencia desbordante y devoradora— una rabia legítima. 

Emmanuel, Mickael y Suleyman rápidamente se enteraron de la muerte de Nahel. El impactante video del “homicidio voluntario” del adolescente alimentó acalorados debates en el grupo de Snapchat que comparten con los vecinos del barrio Paul Eluard, situado justo al lado del Ayuntamiento de Bobigny. Normalmente, utilizaban ese chat para organizar partidillos de fútbol. A principios de la semana pasada, se convirtió en un vertedero de rabia y frustraciones contra la policía y las autoridades.

De los tres, el que más se indignó por la muerte de Nahel fue Emmanuel. Tras haber participado el jueves en la importante marcha en Nanterre en homenaje al adolescente al que arrebató la vida la policía, participó la noche siguiente en el asalto al Ayuntamiento de Bobigny. Las imágenes de las cámaras de vigilancia lo muestran al frente de un grupo de jóvenes que destrozaron la entrada del recinto municipal, penetraron en su interior y provocaron varios incendios. Durante esa noche de múltiples disturbios, perdió su teléfono móvil. La policía lo encontró y gracias a ello detuvo el día después a este grupo de jóvenes implicados en las violencias callejeras.

“¿Estáis juzgando a un enemigo de la nación?”

“He perdido mi teléfono móvil y he recibido un disparo de bala de goma en la pierna. Al final, he llorado. Nunca tendría que haber salido esta noche”, lamentaba esa misma noche Emmanuel en el chat del barrio. Era uno de sus pocos mensajes. En realidad, el más lenguaraz de los tres era Mickael, un joven de Bobigny sin raíces migrantes. 

“Estamos en guerra y tenemos que aprovechar”, espetaba en la conversación con su cuadrilla, en que se especulaba con intentar “quemar el tribunal” o “saquear el FNAC”. “Todo esto lo decía de broma. Lo hacía para hacerme el hombre”, se defendió durante su juicio. Pese a la ausencia de pruebas directas con su participación en los disturbios, lo han juzgado por “complicidad” con los múltiples disturbios. El tribunal lo condenó a una pena de año y medio de prisión. Pero, como no tenía antecedentes, podrá pasarla con un año llevando un brazalete electrónico.

Un castigo más severo recibió Suleyman. Cuando fueron a detenerlo en su domicilio, la policía encontró nueve pantalones Adidas que había robado durante un pillaje la semana pasada en un centro comercial en la localidad vecina de Drancy. Como tenía antecedentes, le cayó una pena de 18 meses de presión, de los cuales deberá pasar un año entre rejas. 

Y el tribunal pronunció la sentencia más importante para Emmanuel. Además de los destrozos en el Ayuntamiento, lo castigaron por posesión ilegal de una pistola que tenía en su domicilio, sin munición. “La encontré en un sótano del barrio”, dijo a los jueces. Una supuesta versión ratificada por Amir, uno de sus vecinos, presente en la bancada del público llena de gente, en declaraciones a EL PERIÓDICO, del grupo Prensa Ibérica: “Aunque parezca increíble, este tipo de cosas pasan en Seine-Saint-Denis”.

Al final, los jueces no creyeron en sus palabras (o excusas). “¿Hoy estáis juzgando a un enemigo de la nación? ¿O a un joven lleno de sueños?”, preguntó de manera retórica Emmanuel a los magistrados. Estos lo condenaron a 24 meses de prisión, 18 de los cuales deberá pasar entre rejas. Una vez decae la oleada de rabia contra los abusos policiales, regresa el orden y el imperio de la ley en Francia. Pero esto no quita una sensación evidente: el fracaso colectivo que representan estos jóvenes de la banlieue.