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Un barco hecho chatarra, en el centro de la tensión entre China y Filipinas

El Sierra Madre es una br militar improbable: un buque de la Segunda Guerra Mundial

El Sierra Madre, con bandera filipina, varadado en el disputado archipiélago Spratly.

El Sierra Madre, con bandera filipina, varadado en el disputado archipiélago Spratly. / REUTERS

Adrián Foncillas

Surcó mares y peleó en guerras durante décadas y ahora descansa sobre un banco de arena en su misión más delicada. El Sierra Madre es una br militar improbable: un buque de la Segunda Guerra Mundial, chatarra para el desguace, con el casco agujereado y comido por el óxido, castigado por el inclemente sol del trópico y las tormentas, y del que despunta una bandera filipina. Ahí resiste un puñado de sufridos soldados contra las pretensiones territoriales chinas.

El Sierra Madre frecuenta más las portadas ahora que en sus días fragorosos. Un barco de la Guardia Costera china colisionó contra otro filipino la semana pasada en sus cercanías. Fue un impacto leve, pero ni casual ni esporádico, y quedó viralizado por las grabaciones de periodistas filipinos. El acoso se repite cuando Manila envía a las tropas del Sierra Madre provisiones o materiales para adecentarlo. Filipinas denunció en febrero que un barco chino dirigió hacia el suyo un láser. En agosto fue un cañón de agua. El episodio del fin de semana generó las previsibles acusaciones recíprocas de actuaciones irracionales, irresponsables y provocadoras. Pekín, además, recordó el viejo compromiso de Manila de llevarse de ahí ese armatoste y su prensa publicó al día siguiente el documento. Ferdinand Marcos Júnior, presidente filipino, lo negó: “No existe ese acuerdo e iré más lejos: si existe, lo rescindo ahora mismo”.

El buque está varado en el banco de arena Second Thomas Shoal (Ayungin en tagalo, Renai Jiao en mandarín) del archipiélago Spratly, pretendido por Pekín y Manila. Llegar hasta el Sierra Madre es una pesadilla porque China controla la única entrada marítima desde el cercano arrecife Mischief. Es ahora una isla artificial de casi 600 hectáreas que acoge una br aérea y marítima china. Fue la toma en 1995 del entonces arrecife por la vía de los hechos consumados la que convenció a Manila de aparcar ahí el Sierra Madre cuatro años después. El desvencijado navío funciona como una extensión de la soberanía filipina que impide a China reclamar la suya ni atacarlo sin arriesgarse a un conflicto internacional.

La campaña del Pacífico

El barco, de cien metros de eslora, salió de los astilleros estadounidenses cuando agostaba la Segunda Guerra Mundial para transportar tanques en la campaña del Pacífico. Regresó a su país condecorado con una estrella del Ejército y fue conducido décadas después a la guerra de Vietnam para servir a las tropas del sur como lanzadera de helicópteros. Tras la victoria del norte llevó a miles de refugiados desde Saigón a las brs estadounidenses en Filipinas y al servicio del país asiático ha dedicado sus últimas décadas. Su irremediable decrepitud le imposibilitó la navegación y aquella invasión china del arrecife de Mischief prorrogó su vida.

El Mar del Sur de China es una de las zonas más erógenas del mundo. Media docena de países se discuten la soberanía de unas aguas que Pekín reclama en su casi totalidad. Por ellas circula el 20 % del comercio global, son ricas en pesca y esconden reservas de petróleo y gas. Con ningún país ha discutido más China que con Filipinas en los últimos años. La subida al poder de Marcos, hijo del sátrapa, ha terminado con la sintonía bilateral de los tiempos de Rodrigo Duterte, quien se acercó a Pekín en busca de yuanes para infraestructuras. Ahora Manila vuelve a mirar a Estados Unidos, su aliado histórico desde que en 1951 firmaron un tratado de defensa mutua. El presidente Joe Biden dijo esta semana que ese acuerdo es “férreo” y que auxiliará a Filipinas si es atacada por China.

La situación en la zona es compleja. Muchos países temen tanto los excesos chinos como que la agenda geopolítica estadounidense impulse una guerra de la que serían las principales víctimas. En ese equilibrio influye también la dependencia económica. Un tercio de las importaciones filipinas llegan de China. Ese cuadro desaconseja pisarle todos los callos a Pekín, que ve a Washington como un entrometido en asuntos lejanos.

Un senador cercano a Duterte criticó la presencia de un dron estadounidense en un reciente reabastecimiento del Sierra Madre, recuerda por teléfono Jaime Naval, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Filipinas. “Y los drones sólo grababan lo ocurrido”, enfatiza. “No creo que sea el momento para las patrullas conjuntas porque tienen desventajas. Si se institucionaliza ese acuerdo, China podría intensificar sus lamentos e incluso aumentar las provocaciones en la zona. No veo adecuado involucrar a Estados Unidos si no hay un ataque deliberado contra los civiles, la Guardia Costera o los pescadores”, añade por teléfono.

Ninguna maniobra de China ha rozado esa gravedad. Su probable intención es que el Sierra Madre se rompa en pedazos pronto, en meses si hay suerte, o que las condiciones extremas aconsejen abandonarlo. Los soldados lidian con la canícula y los tifones en un buque infestado de cucarachas, ratas y mosquitos. El general Romeo Brawner prometió recientemente que les proporcionarán al menos internet y unas instalaciones decentes para dormir y comer. Sobre las cristalinas aguas del trópico seguirá por ahora ese esqueleto herrumbroso.

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