Balas y cigarrillos; es todo lo que Arkan necesita para hacer frente a las tropas de EEUU. Por eso los bolsillos de su chaleco están llenos de tabaco para sus pulmones y munición para su Kalashnikov. Este miliciano iraquí comanda con mano de hierro a 20 hombres armados apostados en la barricada más avanzada de la primera línea de defensa iraquí. Antes o después, las columnas estadounidenses llegarán por la carretera que va desde el aeropuerto de Bagdad hasta la ciudad, y que ellos custodian tras unos sacos terreros colocados bajo un puente. Arkan no va de farol y les está esperando. "Estoy deseando que aparezcan por la carretera. Me muero de ganas de ser el primer hombre-bomba que mate estadounidenses en Bagdad", dice.

SIN POSIBILIDAD DE SOBREVIVIR

Sólo con aceptar defender esta frágil posición la mayoría de estos milicianos están abocándose al martirio, pues no tienen ninguna posibilidad de sobrevivir cuando tanques estadounidenses apoyados por helicópteros Apache se les vengan encima.

Ninguno de sus hombres se atreve a rechistar las órdenes de Arkan, un tipo de 33 años con pinta patibularia. Su rostro enjuto y sus mejillas hundidas y recubiertas de una barba agreste resaltan aún más la fiereza enajenada que brilla en sus ojos. Eso sí, este miliciano precisa que Arkan es un nombre árabe y no un apodo puesto en memoria del sanguinario líder de los chetniks serbios.

"Yo ya he matado americanos", asegura, alardeando de que a uno de los soldados a los que abatió le arrancó "el dedo y parte de la mano de un mordisco". "Me siento orgulloso de poder estar aquí, dispuesto a dar la sangre por mi país", exclama antes de pegar un grito a sus hombres para que vuelvan a sus posiciones y dejen de distraerse con los periodistas.

JÓVENES MILICIANOS

La mayoría de la tropa de Arkan son chicos jóvenes, mucho menos fieros que su jefe. Van armados con kalashnikovs y Errepegés, que es como popularmente se conocen los Rocket Propeller Grenades, lanzagranadas de pequeño calibre que no pueden destruir un tanque, pero que quieren usar para darle a la oruga con la que se mueven los blindados e inmovilizarlos.

Por si la primera trinchera no bastara, los iraquís han preparado la carretera para dar una particular bienvenida al enemigo. Entre los árboles y las palmeras se han escondido tanques, piezas de artillería de grueso calibre y camiones lanzamisiles que apuntan todos en la dirección por la que deben venir las tropas del Tío Sam. Las trincheras, blocaos y casamatas se suceden a ambos lados del asfalto. Y en muchas de las casas vecinas ya están escondidos soldados iraquís con sus fusiles.

Casi todos los hombres de Arkan son iraquís, aunque también hay algunos milicianos sudaneses. Se trata de inmigrantes que llegaron a Irak hace años y que, ante la invasión estadounidense, han decidido sumarse a las fuerzas de Sadam. "Para mí, luchar por Irak es como luchar por mi patria", explica Fathi, un sudanés que llegó hace 13 años a Irak donde se ganó la vida como obrero.

"Nosotros no cobramos nada por estar aquí. Lo hacemos de corazón. Tanto los iraquís como los sudaneses somos pueblos árabes y luchando en esta guerra estamos defendiendo a la nación árabe", asegura Maki, otro sudanés que, para sorpresa de este periodista, aparece hablando en castellano, ya que estudia 4° curso de lengua española en la Universidad de Bagdad.

Entre las fuerzas iraquís también hay voluntarios árabes recién llegados a Irak y dispuestos a protagonizar acciones suicidas; y algún caso divertido, como el de un canadiense pelirrojo que se ha dejado barba, se ha puesto turbante, se ha disfrazado de árabe y que estos días aparece portando un alfanje de metro y medio.

SADAM LLAMA A FILAS

Pese a estas ayudas, las defensas iraquís parecían estar ayer en situación de urgencia, a juzgar por el mensaje que hizo divulgar el presidente iraquí. Sadam llamó a "todos los combatientes iraquís a unirse de inmediato a las fuerzas de defensa". "Aquéllos que no estén ya con sus unidades deben incorporarse de inmediato a la primera que encuentren", dijo Sadam en su discurso leído por el ministro de Información.

Aunque el asalto a Bagdad aún no ha comenzado, su prólogo, la batalla por el aeropuerto, ha causado ya una sangría que ha desbordado los hospitales de Bagdad. Según Roland Hugueguin, portavoz de Bagdad del Comité Internacional de la Cruz Roja, la lucha fue tan encarnizada que, en número de heridos, una hora de combates equivalía a todo un día de bombardeos. "Durante la batalla --explica Hugueguin-- traían cien heridos cada hora al hospital Yarmuk, el más cercano al frente. Es tremendo, pues 100 heridos son los que llegaban a ese hospital durante todo un día de ataques aéreos".