Vamos, vamos! ¡Castellón a la final!". Era el grito de alegría de Pablo Herrera tras confirmar su pase a la final del torneo olímpico de voley playa. Hoy, esa expresión de júbilo se puede ampliar con un ¡Castellón ya tiene el oro!. Pase lo que pase hoy, a partir de las ocho de la tarde, este joven castellonense, de 22 años, ya ha hecho historia junto a su compañero Xavi Bosma.

En las horas previas a la finalísima olímpica, Pablo hace gala de una tranquilidad pasmosa. Es consciente de que ya ha hecho algo grande --desde el lunes, él y Bosma son los grandes objetivos de los medios de comunicación--, pero Pablo sigue siendo el mismo de siempre. Humilde. "A mi edad, poca gente tiene en la mano estar en una final olímpica. Ahora, hay que salir a disfrutarla --ante los brasileños Emanuel y Ricardo-- y a ver si podemos dar el campanazo".

¡Y menudo campanazo! ¡La que ha armado este chico en Castellón! La ciudad vive los últimos días pendiente un deporte minoritario que Pablo Herrera ha conseguido elevar a la categoría de masas. "La que te espera cuando vuelvas a Castellón, no te lo imaginas", le dice su padre por teléfono. Todos los días están en contacto. Rafael y Mari --los culpables de engendrar al campeón-- no han podido estar en Atenas. "Pero a los próximos sí vamos", dice la mamá. "Si vuelve con el oro haré una peregrinación a Lledó", apunta Mari, que no ve la hora de poder abrazar a su hijo, "y comérmelo a besos". Ella sufre, pero su padre... "La tensión puede conmigo, ni siquiera aguanto ver los partidos en directo", confiesa.

Con sus padres a miles de kilómetros, el apoyo más cercano de Pablo en Atenas es su novia, la también jugadora de voley Raquel Chiva, que se aloja en un apartamento en la capital griega junto a los padres de Xavi Bosma. Ayer por la tarde, Raquel todavía buscaba una entrada para no perderse la final. En el Complejo Faliro está todo el papel vendido para el gran día.