"Algo debe ser dicho y nos cuesta tanto expresarlo”. Hago alusión a estas palabras de Edmond Jabès porque el artista es, al igual que el literato, el poeta o el músico, voz y conciencia de su tiempo, de su realidad. Es el arte uno de los cimientos para la creación de una opinión pública y un foro donde poder intercambiar ideas y pensamientos. Es el arte un camino de reflexión y saber. Nunca he dudado de ello, pese a la constante sospecha de que el arte sea un mero artificio, una broma.

“Arte. Mentira piadosa y mentira gratuita”, decía Nietzsche. El filósofo alemán siempre se preguntó qué es la verdad, y llegó a la conclusión de que era una mera ilusión. Todo, en cierto sentido, lo es. De ahí que, siendo consciente de la naturalidad artificiosa de todo cuanto somos, pues todo ha sido creado por nosotros mismos, se refiera al arte como una mentira piadosa, que es al mismo tiempo un estímulo y una necesidad. El arte es algo inherente en el ser humano, y es por ese motivo por el cual no acabo de entender cómo sigue siendo centro de polémicas varias. No podemos olvidar que es un reflejo: “Todo arte descansa en el espejo del ojo”, volviendo a Nietzsche una vez más.

Si el arte es una invención para experimentar sobre quiénes somos, qué hacemos y por qué, la necesidad de ahondar en esa experiencia resulta más que evidente. Es, por tanto, interesante saber que podemos acudir a espacios abiertos donde interactuar con la obra de aquellas personas que decidieron expresarse a través del arte, ya sea pictórico, escultórico, performativo y/o conceptual…

Los museos y galerías son los encargados de ejercer como nexo de unión entre el autor y el espectador, acción y contemplación. A pesar de ello, han sido vistos como lugares ajenos a la realidad, elitistas, círculos cerrados. Nada más lejos, créanme. No obstante, ese distanciamiento imaginario entre las galerías --sobre todo si son de arte contemporáneo-- y la sociedad parece que no termina nunca de arrimarse. Es pertinente, por tanto, preguntarse el por qué de ese desinterés. ¿Qué falla? ¿Acaso no estamos preparados para liberarnos de cualquier prejuicio, teniendo en cuenta, precisamente, que el arte contemporáneo persigue superar cualquier límite, ir más allá de lo puramente racional? Intentar responder a estas preguntas sería adentrarse en un debate quizá demasiado enérgico, aunque sí podríamos aclarar que, al fin y al cabo, todo es cuestión de comprometerse, de convertirnos en seres preocupados.

UN VERDADERO ICONO // La significación de visitar galerías de arte contemporáneo radica en la importancia de conocer la realidad en la que nos movemos y somos parte. Es así de sencillo, si bien cuesta admitirlo, como bien saben Pilar Dolz y Rafael Menezo quienes llevan 40 años guerreando en un campo de batalla demasiado hostil en ocasiones, e incomprendido injustamente. Pero no por ello han dejado de creer en la trascendencia del arte para el ser humano. Eso, jamás.

Al preguntarle a Antonio Gascó sobre la galería Cànem, el crítico y cronista oficial de Castellón no tardó en rememorar aquellos tiempos en los que la sala se ubicaba en la esquina de la calle Enmedio con Poeta Guimerá. “He cubierto toda la trayectoria de la galería desde el primer día y siempre he aplaudido su mirada a la actualidad del arte, ese carácter de ser fieles a la innovación, a la vanguardia. Castellón está en deuda con ellos”, explica un Gascó que no olvida mencionar otro de los aspectos clave: su lucha por la libertad y la democracia. Cànem nació en el año 1974, un periodo de efervescencia política y cultural. Dolz y Menezo participaron plenamente en esa revolución, no podían obviar el cambio que se avecinaba y a través del arte dejaron bien clara su postura.

“Pilar y Falo son valientes”, señalaba Antonio Alcaraz, artista de la galería y profesor de la Universitat Politècnica de València, en el transcurso de la entrega de la Medalla de San Carlos de la UPV a Dolz esta misma semana. Echando la vista hacia atrás, nadie puede poner en duda esa valentía, ciertamente. Fueron los galeristas como Pilar Dolz y Rafael Menezo los que se atrevieron a acercar el arte contemporáneo a la ciudadanía, a darlo a conocer. Fueron, “la única aportación de vanguardia”, como explicaba Alcaraz.

Sabemos que cualquier homenaje sería pequeño en comparación a la intensa labor de difusión que han practicado en estas cuatro décadas ya de vida. Aun con todo, solicitamos la opinión de Antonio Alcaraz, Jordi Abelló, Wences Rambla, Joël Mestre, Mar Arza, Vicent Carda, Lorenza Barboni y Ramón Roig, aunque nuestra intención real era poder agrupar a todos y cada uno de los miembros de la familia Cànem, para intentar comprender todo cuanto simboliza la galería para la cultura de/en Castellón: rigor y calidad, pasión, reivindicación, confianza, respeto, calidad humana, reflexión...

La directora del Espai d’Art Contemporani de Castelló, Lorenza Barboni, señala que, “indudablemente sin la existencia de Cànem Castellón habría vivido ajena a la creación artística contemporánea, entendida esta última como la aceptación del riesgo y la búsqueda, por parte del artista, de un camino alejado del lugar común o la pura banalidad decorativa”. Por su parte, Ramón Roig, comenta que “no ha habido durante los últimos 40 años institución o galería en Castellón que apoyara, coleccionara y difundiera más apasionadamente y con más acierto el trabajo de los artistas valencianos. El tándem de Pilar y Rafael sigue siendo un modelo a seguir frente la abulia de museos, ayuntamientos, diputaciones y generalidades, que pese a tener la obligación de un compromiso con el arte de su tiempo y de su gente, una vez más dejaron pasar la oportunidad”.

DE LO LOCAL A LO UNIVERSAL // “Si bien es verdad que en un principio se centró sobre todo en impulsar artistas de la tierra, con el tiempo ha pasado a potenciar artistas foráneos a través de diversas disciplinas”, reflexiona el catedrático y teórico de las artes Wences Rambla. Precisamente, ese mirar hacia afuera sin menospreciar lo autóctono ha sido otra de las marcas diferenciales de Cànem. Ello es producto de una extensa cultura, cultura que cultivan a su vez a través de cada una de las exposiciones que programan a lo largo del año y que desde siempre han llamado la atención gracias a, como refleja Joël Mestre, “una línea muy intuitiva apasionada e interesante”.

Muchos han sido los artistas de aquí y de allá que han encontrado en Cànem un hogar. Vicent Carda así lo reconoce: “Pilar y Falo son como mis padres”. Del mismo modo piensa Mar Arza, quien sabe que “es difícil comprimir 14 años de relación profesional y personal con quienes terminan siendo una segunda familia”. Y es que este particular tándem siempre ha dado lo mejor de sí mismo durante cuatro décadas, algo encomiable. Estamos en deuda con ellos.