Más de 400 nuevos voluntarios han respondido desde el 13 de marzo a la llamada de Cruz Roja Castellón. Había que sumar manos para paliar los efectos de la crisis sanitaria del covid-19 y no han faltado personas dispuestas a descartar riesgos individuales --solo en el caso de esta oenegé tiene 1.435 colaboradores activos-- por ayudar a los más vulnerables que son, como dice Amparo Valiente, de Cáritas la Vall d’Uixó, «los que más acusan todas las crisis».

El estado de alarma ha despertado muchas conciencias. Vecinos anónimos que se ofrecían a comprar alimentos a personas mayores, que cosían mascarillas para su posterior distribución, empresas que donaban material sanitario, multitud de pequeños granos de arena que han creado montículos de altruismo que han llenado muchos vacíos, aunque Brenda, que ha centrado sus esfuerzos estos días en el servicio de Cruz Roja Responde --ofrecen apoyo psicosocial vía telefónica-- incide en que «hay una cortinilla que no te deja ver la realidad si no la traspasas. Más personas de las que nos gustaría no saldrán de esta». Por eso está convencida de que «cuando ves esa parte de la vida, piensas que menos mal que existen estos proyectos, porque, de lo contrario, las consecuencias serían peores».

La ayuda como necesidad

A la pregunta de por qué alguien dedica su tiempo a ayudar a los demás, la respuesta suele ser coincidente en cualquier voluntario y es que no la hay. Es un instinto natural, «por qué no hacerlo si puedes», es la apostilla de Andrés, que lleva más de dos décadas en Cruz Roja Sant Mateu.

La pandemia ha magnificado la soledad. Contra ella han habido multitud de llamadas telefónicas solo para dar conversación, para asegurarse de que todo iba bien. El confinamiento fue especialmente cruel con personas mayores alejadas de los suyos o que ya vivían solas y el encierro ahondó en sus circunstancias. Ha sido un injusto castigo para mujeres víctimas de violencia de género. Para ellas han estado siempre dispuestas las voluntarias del programa Juntes de Cruz Roja. Como dice Mayra, «saber que estoy a su lado me da vida».

Y cuando la solidaridad trasciende, inspira solidaridad. Tanto Cáritas como Cruz Roja y otras organizaciones han recibido multitud de donaciones --como los 4.000 kilos de alimentos recogidos en la Vall d’Uixó por las fiestas de Sant Vicent-- y ofrecimientos de colaboración. Y después de estar día tras días llevando medicamentos a enfermos crónicos, alimentos a quienes no tenían, la compra a quien no debía salir de casa, para personas como Carlos, voluntario de Protección Civil en Nules, el recuerdo más emotivo será «el aplauso de la gente» al paso de la caravana semanal.

A las organizaciones humanitarias que vienen desarrollando su función de forma habitual, en esta y en todas las crisis así como en épocas de supuesta normalidad, porque siempre hay gente que acusa la necesidad aunque no sea tan visible, esta vez se han sumado otro tipo de voluntarios. Vecinos que han combatido la impotencia de no poder eliminar el virus con sus propias manos, con grandes dosis de voluntad.

Especialmente reseñable ha sido en muchos municipios el gesto de los agricultores, que pusieron a disposición de los ayuntamientos su maquinaria y su tiempo para desinfectar calles y espacios públicos. Estos hombres acudían al campo cada mañana para cumplir con su labor, porque la tierra nunca descansa, y al acabar su jornada iniciaban otra cambiando árboles por asfalto. Su labor en muchos lugares era recibida con aplausos de los vecinos. Incluso en pueblos como Betxí, esta misma semana quisieron rendirles un homenaje. Juan Carlos, Ximo, Vicent, David, Paco, Emilio y Cristian, que representan a tantos otros que como ellos han asumido el mismo compromiso en sus respectivas localidades, han sido calificados como héroes por dar un paso al frente cuando más falta hacia aplazando sus legítimos intereses personales, aunque ellos, como dice Ximo, han estado ahí «por el bien del pueblo y lo volveríamos a hacer», restando mérito así a su aportación.

En una oenegé, en casa o en la calle, lo que mueve a unos y a otros es lo mismo: ayudar, hacer lo que esté a su alcance para mejorar la vida de los demás. Porque el altruismo solo requiere de manos tendidas.