Jaime Rocha fue gerente de la empresa azulejera Inalco Alcora durante cinco años, pero fue también fue espía durante 28 años, marino de guerra, capitán de navío y ahora es escritor. Todas estas prolíficas experiencias se han trasladado a su primer libro, ‘Operación El Doardo Canyon’, en el que Castellón, la provincia que tan bien conoce, tiene un carácter protagonista. “El libro es un 80% autobiográfico y en la novela soy director de una empresa de azulejos. Secuestran a una nieta mía y los secuestradores llaman al Periódico Mediterráneo para pedir el rescate”, descubre.

Al margen de Castellón, el libro en cuestión transcurre también en poblaciones como Madrid, Valencia y, cómo no, Trípoli, capital de Libia, porque en la novela el protagonista debe seguir los pasos del entonces presidente, el polémico Muamar el Gadafi. “Después de varios atentados perpetrados por Gadafi, la CIA pidió ayuda al entonces CESID y ahora CNI porque sabía que tenía buenos contactos en Libia. En un primer momento, el general Manglano envió a un compañero mío en un avión de periodistas, pero no les dejaron entrar y después acudí yo como ingeniero de una empresa española”, recuerda un Jaime Rocha que tras cumplir con la misión por la que se había desplazado al país norteafricano regresó a España “no sin dificultades”.

Ahora, ya jubilado, escribió este libro con el siguiente cometido principal: “Empecé en el 2014 para que mis hijos supieran lo que había hecho. Creía que les debía una explicación y de hecho se lo dedico a ellos, pero no creía ni que estuviera bien escrito y la respuesta de la gente me ha sorprendido muy gratamente”. De hecho son varias las productoras que se han puesto en contacto con Jaime Rocha para llevar esta historia a las pantallas. “No podía ni imaginar en mis mejores sueños todo lo que está rodeando al libro”, añade el exespía, que tras una vida intensa está plasmando estas experiencias en su obra: “Después de Libia estuve en Checoslovacquia, donde conocí a Václav Havel, en Túnez, donde estuve con Ben Ali. La verdad que después de estar tres años en el gabinete de Manglano en el departamento de relaciones exteriores coincidí con muchos dirigentes”.

Sobre Gadafi no oculta que “era un dictador y con un dictador se convive porque si no las consecuencias pueden ser muy malas”, y rememora que su cometido se encontró con las dificultades implícitas de la época y del país: “Cambiaba casi a diario de domicilio y estaba siempre bien rodeado. Además en 1986 los medios no eran como los de ahora. Los teléfonos móviles no se habían inventado”.