La sectorial del aceite de la Unió de Llauradors, reunida recientemente, prevé un aumento de la cosecha de oliva en la provincia de 1.700 toneladas. A pesar del incremento, que cifra en un 39%, las 6.066 toneladas de aceituna que prevé recolectar en las comarcas castellonenses están muy lejos de las 9.000 que se podrían alcanzar en una campaña óptima, según afirma el responsable de esta rama de la organización agraria, el castellonense Hilari Jaime. Además, para alcanzar aquellas 6.000 toneladas, Jaime apunta que deben llegar las lluvias, sobre todo «a partir de septiembre, que es cuando arranca la fábrica del aceite», en referencia a que es cuando el árbol engorda el fruto.

Y es que la campaña que acaba ha estado inusitadamente por debajo de lo habitual, precisamente por la falta de lluvias y, aunque las precipitaciones de invierno y primavera han provocado una buena floración en los árboles, esto ahora debe ser corroborado con el aporte hídrico habitual que permita cuajar al fruto.

Si esto sucede, señala Jaime, y debido a que en Andalucía --donde se fija el precio del aceite debido a su dominio del mercado-- no se espera una producción elevada (este año puede rondar las 900.000 toneladas de aceituna), la campaña que comenzará en octubre puede ser «decente». No en vano, los precios del aceite virgen extra han llegado a superar, en la temporada que ahora acaba, los cuatro euros por kilo de aceite, y ahora rondan los 3,8. Las otras dos calidades del aceite no le van mucho a la zaga.

Eso sí, los buenos precios no lograron paliar el descenso de producción, lo que ha motivado un bajón en los ingresos de los miles de castellonenses que reciben una aportación por su trabajo en los olivares de la provincia. Entre ellos «hay pocos profesionales» exclusivos de la aceituna, reconoce Jaime, quien señala que es más habitual encontrarlos en la zona del Palancia que en el Maestrat.

el viento // Y es que en el norte de la provincia de Castellón se encuentran con «un hándicap», afirma el responsable del aceite de la Unió: el viento. Este echa al suelo cada año una buena parte de la cosecha --«yo, trabajando a tope, no he conseguido recoger nunca del árbol más del 40%», afirma-- y al caer al suelo el fruto ya solo es válido para aceite que después ha de ser refinado.

A pesar de ello, Jaime no esconde que, «cada vez más, se apuesta por la calidad» en la provincia para tratar de dar valor al excelente aceite que se produce: «No hay otra salida, tenemos que diferenciarnos y valorizar las variedades autóctonas», apunta.