Castellón y Teruel comparten unos 190 kilómetros de frontera, que ahora se hace más evidente debido al cierre perimetral de la comunidad de Aragón hasta el 9 de noviembre para intentar atajar el alto índice de contagios por covid-19 durante esta segunda oleada de la pandemia. En toda esa extensa línea se reparten pequeños pueblos de interior que, de una manera u otra, sufren esta situación, habituados como están a compartirlo todo con sus vecinos de la otra comunidad autónoma que viven a un pequeño puñado de kilómetros.

Herbers, una de las poblaciones más septentrionales de la provincia de Castellón, es un claro ejemplo de esa habitual difusa frontera entre comunidades que ahora se destaca por las restricciones del covid-19. Tan fronteriza es la localidad castellonense, “a poco más de un kilómetro de Aragón”, apunta su alcalde, Dani Pallarés, que sus vecinos dependen sanitariamente de la comunidad vecina. “Así que en ese aspecto no pasa nada, podemos seguir yendo al ambulatorio de Valderrobres o al hospital de Alcañiz sin problemas”, recalca.

Alumnos que cursan sus estudios en la localidad aragonesa de Peñarroya, gente que trabaja en localidades de la otra comunidad… Todos ellos no tienen ningún problema para seguir con sus rutinas gracias a los permisos oficiales. La duda viene a la hora de abastecer los vehículos de gasolina. “Peñarroya es la gasolinera más cercana y además somos socios de la cooperativa que nos permite obtener combustible a un mejor precio. En Castellón, el servicio de gasolina más cercano es Morella. Espero que no haya problema en seguir repostando en Peñarroya”, comenta Pallarés, que solo desea que esta pesadilla acabe cuanto antes: “Es complicado. Los lazos con Aragón son muy estrechos. Quien más quien menos tiene familia y amigos muy cercanos allí y ahora tendremos que perder durante un tiempo el contacto”, lamenta el primer edil de Herbers.

EL CASO DE VILAFRANCA E IGLESUELA

Al otro lado de la frontera, un poco más al sur encontramos a Fernando Safont. Es el alcalde de Iglesuela (en la imagen inferior), pueblo turolense pero cuya economía, como la del resto de poblaciones de los alrededores, depende en buena parte “del turismo que nos llega de la Comunidad Valenciana”. Los desplazamientos entre Iglesuela y la castellonense Vilafranca son el pan de cada día. Hasta allí se desplazan vecinos y vecinas de Iglesuela, Mosqueruela, Cantavieja… para trabajar en la factoría textil Marie Claire.

Como en Herbers, los permisos de una actividad esencial como es el trabajo permitirán que el paso de la frontera siga siendo legal. Más dudas e inconvenientes genera saber si se puede hacer uso de otros servicios, como talleres mecánicos. “Supongo que en los primeros días habrá más manga ancha, porque la gente no sabe exactamente qué desplazamientos están o no permitidos”, señala Safont, que sí tiene claro que lo de “bajar a Castelló para ir al cine o pasar el sábado tendrá que esperar”.