En la calle Vilavieja, barrio de Rafalafena, está ubicado el colegio público Luis Revest y desde mayo del año 1965 se denomina como Cronista Revest, que discurre entre las calles del Maestro Ripollés y avenida de Godofredo Buenosaires, distrito 3, sección 6, según figura en el callejero considerado oficial de la ciudad.

Es conocido lo que decía don Luis cuando uno se atropellaba al plantearse cualquier tema:

--¡Qué grande eres, Tomás que primero hablas de lo primero y después, de lo segundo!

Se refería así a la frase de León XIII sobre Santo Tomás.

Así que empiezo por revivir aquella tarde en la librería, avanzados los años 50, en los que los clientes eran el farmaceútico Vicente Calduch, el ginecólogo Jesús Marco y el cirujano Batalla.

La conversación estaba protagonizada por las historias, anécdotas y chascarrillos históricos del boticario vecino.

Con gran sorpresa para todos, la tertulia quedó interrumpida por la entrada en gran comisión de Carlos Espresati, Ángel Sánchez Gozalbo y Luis Revest. Venían a entregar los Armengot originales para un Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura, de la que eran sus máximos representantes. Después de los saludos de rigor entre unos y otros, recuerdo que don Luis nos encargó la traducción en italiano de I Promessi Sposi, subyugado por los personajes de la novela.

Cuando el grupo se despidió, el farmacéutico Calduch les volvió a saludar con una frase pronunciada con amabilidad y respeto:

--Adéu, sabuts!

El pueblo castellonense conocía a aquellos hombres como els sabuts en todos los ambientes.

QUIÉNES ERAN. Círculos culturales, revistas literarias y varios periódicos daban vida en Castelló a un ambiente de marcado carácter intelectual cuando el siglo caminaba entre convulsiones. Y en los años 20 florecieron con esplendor en la vida ciudadana la citada Castellonenca, el Ateneo, la Filarmónica y otras instituciones con el asombro de quienes nos miraban en la distancia, de ciudad a ciudad.

Y aquí, llegados al bochinche desde diferentes caminos y por variados motivos, aparecen junto al inmenso Luis Revest hombres como Salvador Guinot, Ricardo Carreras, Sánchez Gozalbo, Carbó, Espresati, Julià, Traver Tomás, mossén Betí, Gimeno Michavila, Cantó, Alcón, Bernat Artola, Santa Cruz, Porcar, Pascual Tirado, Sos Baynat, Carles Salvador, Pérez Dolz, Gaeta Huguet, Meliá, Sales Boli, Codina… Impresionante grupo de los primeros sabuts, al que se le incorporan más tarde Sánchez Adell y Germà Colón, dos eruditos más.

El propio Ramón Serrano Suñer, con cien años cumplidos, compañero de Bachillerato de muchos de ellos, pero también discípulo de Revest, de quien dice que fue su primer maestro digno de tal nombre, me recordaba en nuestro último encuentro:

--Castellón deberá als sabuts y al más perseverante de ellos, Luis Revest, una parte importante de su identidad como pueblo.

HIJO ADOPTIVO. Luis Reves Corzo nació en València el 30 de enero de 1893, aunque muy pronto, al ser trasladado su padre a la delegación de Hacienda en Castellón, la familia echó sus raíces entre nosotros y Revest comenzó a recorrer el camino de hombre bueno y sabio hasta convertirse en Hijo Adoptivo de Castelló.

Siempre dedicó grandes elogios a su primer maestro, Paco Canós, y fue alumno --revoltoso y dicharachero-- de los Escolapios, con Sánchez Gozalbo de compañero.

--Ángel y yo hemos sido siempre como hermanos.

Coincidieron para el Bachillerato en el instituto de Santa Clara, todavía con el eco de las monjas clarisas de hace tiempo.

Estudió en València las carreras de Historias y Derecho, con el deslumbramiento por Roque Chabás, el famoso archivero de la Catedral, de gran luz cultural.

En 1913 ganó la oposición en ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, compitiendo con el mismo Claudio Sánchez Albornoz, quien nunca llegó a comprender por qué Revest eligió la plaza de Castelló, ciudad a la que entregó su vida y por la que sentía un amor casi místico.

Aquí ocupó su plaza y en el viejo Archivo comenzó a convivir con los clásicos a los que puntúa, traduce y recita envuelto entre fichas de la historia medieval de Castellón, los signos de identidad de nuestro celebrado nacimiento como pueblo.

El 19 de abril de 1926 contrajo matrimonio con doña María Mira de Orduña. Y en su casa de la calle Zaragoza nacieron sus hijas Ana María y Milagro.

Cuando en la posguerra recibió la presión y el cariño del alcalde Vicente Traver Tomás, aceptó un poco a regañadientes ser concejal del Ayuntamiento.

Un día me dijo:

--Chico no lo divulgues, pero lo que de verdad me gustaba era que, por ser concejal, me bailaran els nanos en el Corpus.

Sus años de profesor del instituto Ribalta dejaron profunda huella en dos generaciones de alumnos. Se llevó consigo a sus Cicerón, Horacio, Marcia… pero también su buen humor, sus anécdotas y enseñanzas, su engolosinamiento para arrobarnos a todos con el Latín y la Lengua.

Creyente humilde y profundo no permitió que se divulgara la concesión de la medalla honorífica de Alfonso X el Sabio. Sí que aceptó con orgullo ser Hijo Adoptivo de la ciudad

El 15 de agosto de 1963 falleció en su casa de la avenida del Mar. Aquella mañana ya no pudo recitar de memoria La Divina Comedia, de Dante, como hacía todos los días al afeitarse y desde tantísimos años.

Hombre de misa diaria, en sus últimos momentos tuvo el consuelo de un jovencísimo confesor en Santa María. El entonces vicariet Ignacio Pérez Heredia, que redondea ahora el personaje:

--Don Luis era capaz de repartir su pan con los necesitados y no solamente en el sentido metafórico, sino real, auténtico.