Paula y Javier son de los que prefieren coger vacaciones en septiembre. Procedente de Madrid y junto a sus dos hijos, esta joven pareja pasó la semana previa a la vuelta al cole disfrutando de las playas de Castellón y situaron su base de operaciones en uno de los 3.537 apartamentos turísticos existentes en Peñíscola. Ya hace varios años que eligen esta modalidad de alojamiento porque con unos 100 euros por noche duerme toda la familia y además pueden ahorrarse muchas comidas al disponer de cocina en el inmueble. Son el prototipo de viajero Airbnb, un perfil de visitante que se consolida e incluso va a más pese a que la oferta de viviendas se estanca en la provincia e incluso va a la baja en algunas localidades.

Según los datos de la Agencia Valenciana de Turismo, el número de pisos turísticos inscritos en el registro autonómico de enero a agosto fue de 1.210, mientras que las bajas en el mismo periodo de tiempo ascendieron a 1.159. Fuentes del departamento que dirige Francesc Colomer situaron estas cifras dentro de la normalidad al afirmar que durante los últimos años «se ha conseguido sacar a la luz un número muy elevado de apartamentos que estaban en el mercado negro, pero es imposible mantener ese crecimiento». «Tras las campañas y los refuerzos de inspección es normal que las cifras hayan sido elevadas durante varios ejercicios, pero ahora el incremento será menor y tenderá a la estabilización», indicaron.

PRESIÓN NORMATIVA // Por su parte, la Federación Española de Asociaciones de Viviendas y Apartamentos Turísticos (Fevitur) cree que existen varios motivos para explicar una estabilización de la oferta que, aseguran, no es un fenómeno únicamente castellonense sino que se está dando en otras zonas turísticas y se dará en otras que todavía crecen en la actualidad. Su presidenta, Patricia Valenzuela, aseguró que a la presión normativa procedente tanto del Gobierno central como de las autonomías se suma el hecho de que algunos propietarios están abandonando el alquiler vacacional para regresar al de larga duración. «La rentabilidad de los apartamentos turísticos va a la baja porque los precios del arrendamiento habitual también han crecido mucho en los últimos tiempos, y además tiene una serie de beneficios fiscales que no existen en el sector turístico», aseguró Valenzuela.

La portavoz de la patronal de los alojamientos explicó --y los datos de Turisme le dan la razón-- que el mismo proceso por el que pasa Castellón, cuya oferta de alojamientos está estancada en una cifra ligeramente superior a los 13.000, también tiene lugar en Valencia o en las Islas Baleares. En Alicante, en cambio, el registro autonómico siguió engordando durante los ocho primeros meses del ejercicio actual. Para Valenzuela, lo lógico es que «el sector siga una senda hacia la mayor profesionalización y la legalización total, lo que facilitará la incorporación de empresas especializadas». Por otro lado, para los particulares será más difícil cumplir con los estándares legales, lo que provocará que un número importante salga del negocio.

POR MUNICIPIOS // Por municipios, los que más han notado ese descenso de la oferta son Peñíscola, donde las bajas (327) superan ampliamente a las altas (183) y en Alcalá de Xivert, donde ocurre prácticamente lo mismo (241 viviendas se borraron del registro y solo entraron 107 nuevas). En cambio, Orpesa se quedó prácticamente como estaba, mientras la oferta se mantuvo al alza en Benicàssim o Castelló.

UNA DEMANDA CONSOLIDADA // Mientras tanto, y en el contexto de un año turístico ligeramente mejor que el anterior, el número de viajeros que optó por este tipo de alojamientos va al alza, lo que para la presidenta de Fevitur es la demostración de que la demanda está «muy consolidada» y de que el perfil de turista que apuesta por los apartamentos turísticos «ha llegado para quedarse».

Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, 145.562 viajeros durmieron en los 13.185 apartamentos que existen en la provincia de Castellón, una cifra que es un 19% mayor que la registrada en el mismo periodo del 2018 (118.246 visitantes). No obstante, la cifra todavía es inferior a la que se registró el 2017, que fue el mejor de la historia turística de Castellón.