El uso del móvil al volante multiplica por 23 el riesgo de sufrir un accidente de tráfico, según datos de la DGT. El padre del niño de cuatro años rescatado heroicamente por un inmigrante cuando estaba suspendido en un balcón en París se retrasó porque estaba jugando a Pokémon Go. Son muchas las situaciones en las que el móvil juega malas pasadas, pero ¿qué pasa cuando estamos en la playa y no levantamos la vista de la pantalla? Se trata de una de las imágenes más repetidas en la costa provincial este verano.

En Benicàssim, Orpesa, Castellón, Vinaròs o Peñíscola... la situación es idéntica, de norte a sur de la provincia. Consultar las redes sociales, un repaso a la prensa on line, enviar un Whatsapp, hacerse selfies...Demasiadas distracciones las que ofrecen los smartphones y una dependencia incontestable la que existe.

Así lo dicen los estudios: 4.800 adolescentes de Castellón están en riesgo de sufrir adicción al teléfono. Un estudio sobre conductas patológicas en internet, de la oenegé Protégeles, determina que el 21,3% de los adolescentes de entre 14 y 17 años están en dicha situación. Pero la utilización constante del smartphone no afecta solo a los jóvenes. Cada vez más adultos repiten los patrones de conducta que tanto criticaban hace unos tan solo unos años en sus hijos, sobrinos o nietos.

Al cuidado de niños

En la playa este hecho comporta, además, ciertos peligros. «Cada día vemos cómo padres y madres están jugando con sus móviles, sin levantar la vista de ellos, mientras sus hijos están en el agua», advierten socorristas consultados por este diario.

El despiste de los progenitores ya motiva la intervención de bañistas o vigilantes. «Se ha dado el caso varias veces de que un niño se ha metido demasiado hacia adentro en el mar, mientras su familia estaba despistada con los teléfonos. Nos ha tocado llamarles la atención y pedirles que estuvieran atentos», recriminan los socorristas.

Hay quien no acepta la crítica ni su dependencia del móvil. Otros, admiten que su utilización es excesiva. «La verdad es que nos pasamos. Reñíamos a nuestros hijos y ahora estamos igual. Hay que moderar el uso», reconocía ayer una bañista en la playa del Pinar del Grao.