Un halo de desesperanza y pesimismo sobrevuela la agricultura provincial inmersa en una crisis crónica donde pocos factores ayudan a vislumbrar un futuro optimista. Pero sí hay ilusión y no todo resulta negativo en este sector primario al que se han dedicado generaciones completas, transmitiendo la sabiduría de la tierra a sus descendientes. El necesario relevo generacional resulta clave para mantener los cultivos que requieren de sabia nueva para modernizarlos y conseguir la anhelada rentabilidad.

Aunque es complicado que la agricultura sea atractiva para los jóvenes no está todo perdido. Para David Valero, que tiene el grado superior de Mecánica, y para Paco Melero, ingeniero agrónomo, la tierra es su primera opción, a ella se dedican, a pesar de contar con unos estudios que les permitirían desarrollar otras profesiones. Les gusta el campo y lo llevan en la sangre.

Ambos comparten, entre otras, dos características, que son de la Vall d’Uixó, en la comarca de la Plana Baixa, donde el paisaje de naranjos es la seña de identidad, y son los únicos agricultores dentro de sus grupos de amigos.

«He ido al campo casi desde que sé caminar, soy la tercera generación que me dedico a la agricultura. Mi familia tenía huerto y yo iba con mi padre desde muy pequeño y siempre me gustó», señala este vallero de 39 años, quien también tiene plantados almendros y olivos. Paco reconoce que resulta complicado vivir de la tierra por los bajos precios. Él compagina sus cultivos con su trabajo como encargado de tierras en una cooperativa agrícola.

Nuevas ideas

Dados los buenos resultados que en los últimos años está teniendo la almendra y la algarroba, dos productos de secano, Paco medita apostar fuerte por el cultivo intensivo de esta última, que alcanza buenos precios en el mercado por sus enormes cualidades y aplicaciones, como condimento de alimentos, para medicamentos o cosmética. Él lo tiene claro, anima a todo aquel que sienta pasión por la tierra a cultivar, «porque no es un trabajo malo».

Quien también lo tuvo claro, después de trabajar un tiempo como mecánico fue David, quien optó por seguir la estela familiar y apostar fuerte por la agricultura. «Siempre he ido al campo, desde que tengo uso de razón, y me gusta», remarca este joven de 29 años, quien hizo oídos sordos cuando le dijeron la frase tan común de «la tierra lo último».

Él se dedica a la citricultura y planta verduras de invierno. Confía en que esta campaña las cosas salgan mejor que la pasada, cuando tuvo que tirar al suelo naranjas de algunas de sus fincas.

David recalca que aquí en la provincia tenemos el clima perfecto y el conocimiento suficiente como para apostar fuerte por la agricultura, aunque reconoce que se requiere el respaldo de las administraciones y del mercado, así como del consumidor «para que nos respeten más y se evite el desfase de precios que sufrimos en la cadena de distribución». «Tenemos que trabajar para que no desaparezca esta tradición, nuestro paisaje», recalca este joven de la Vall d’Uixó.