La economía mundial lleva ya un tiempo renqueante. Es lo que se conoce como ralentización del crecimiento, un freno a los años de recuperación tras la Gran Recesión de 2008. El Bréxit y las guerras comerciales de Trump han sido dos de las turbulencias que han contribuido a esa apatía. Vicente Pallardó lleva meses afirmando que «estábamos a un acontecimiento de una ralentización muy acusada». Y ha llegado casi como un suspiro desde las entrañas de la fábrica del mundo: China. El Covid-19 empezó su andadura contagiosa en el gigante asiático y ya ha llegado a los cinco continentes, con miles de enfermos y muertos, una progresiva parálisis de la actividad económica y social y un pánico creciente. Y eso que, como afirma el mismo profesor de Economía Aplicada de la Universitat de València, «no parece muy inteligente parar la economía mundial por un virus como este», porque el «coste económico será descomunal».

Y es que China y su área de influencia en el Sudeste asiático, de donde proceden muchos de los productos, bienes intermedios y materias primas que mueven el mundo, han echado el freno y los efectos ya empiezan a notarse por todo el globo por la parálisis en la producción y transporte de los mismos. A esto hay que añadir, de momento, la cancelación de multitud de eventos deportivos y comerciales, los efectos sobre el turismo y la debilidad en que incurrirán muchas pymes por falta de liquidez para subsistir en un escenario de bloqueo comercial. La Reserva Federal de Estados Unidos ha bajado medio punto los tipos, el BCE se dispone a tomar medidas para facilitar la llegada de dinero a las pequeñas empresas, Bruselas promete no ser estricta con el déficit de sus socios y el Gobierno prepara acciones para que a los posibles afectados por despidos temporales no les cuente ese tiempo como paro. Mientras tanto, las bolsas se han situado en la locura, con pérdidas desconocidas en años.

¿Qué va a ser de nosotros? ¿Nos encaminamos a otra crisis de gran dimensión? ¿Va a cambiar el coronavirus los equilibrios en el comercio internacional? Los expertos consultados vienen a coincidir, con matices, en que, si el escenario que se maneja ahora no sufre cambios y la crisis se solventa (o aplaca) antes del verano, «se debe hablar de ralentización del crecimiento pero no de crisis», tal como asegura el director adjunto del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), Joaquín Maudos.

Mercados bursátiles

La directora de Proyectos Internacionales del Ivie, Matilde Mas, afirma que «nadie apuesta por una crisis económica al uso, excepto los mercados bursátiles, que siempre reaccionan de forma histérica». Ahora bien, los daños irán por barrios, en el sentido de que algunos países sufrirán más que otros. La eurozona, «que ya venía desacelerándose, va a padecer pero no de una forma radical. Algún país, como Italia, puede entrar en recesión. Hablamos de efectos coyunturales y recuperables. Otro cantar sería si la cosa va a más».

Pallardó apunta que una gran recesión se da cada 80 años: «El PIB cae, mientras que ahora esperarnos un crecimiento del 2,5 %, aunque la OCDE haya bajado sus previsiones. No estamos en el escenario de 2008 ni en el de la crisis de 1992/1993, sino en una fuerte ralentización, que será mayor en Asia que en Europa y Estados Unidos. Solo en el escenario más dramático, si el virus se descontrolara, cabría una crisis similar a la del Sudeste asiático de los noventa». El catedrático emérito de Historia e Instituciones Económicas, Jordi Palafox, ve casi imposible diagnosticar si el coronavirus nos llevará a la crisis, pero «estando en la fase final del ciclo iniciado tras la Gran Recesión, ello es lo más probable, aunque no antes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos de noviembre».

Pallardó está convencido de que, si no se agrava la situación, «hacia finales de año habrá un rebote por el consumo estancado, sobre todo de bienes de consumo duradero», de tal manera que «el impacto real de esta crisis es sobre la cadena de valor global», que se «va a revisar» porque el coronavirus está desvelando los riesgos de una concentración excesiva de la producción -o, mejor dicho, de partes de los suministros- en lugares como China.