Me han invitado gentilmente para que pronuncie una conferencia en la iglesia de San Miguel, con motivo de los actos conmemorativos de les festes de Lledó. Mi actual estado de salud no permite lo que desearía mi cerebro o mi buena voluntad. Cada naturaleza humana tiene unas características, como todos saben, que no siempre aceptamos como normales en el desarrollo de la humanidad de cada ser humano. Pero estos sucesos que confieso sí que han provocado el regreso de mis recuerdos a hechos de tiempos pasados.

Lo cierto es que, a los ocho años de edad, fui alumno de las damas que enseñaban catecismo a los niños para la preparación del acto de la Primera Comunión, tan importante para gran número de personas. De ahora y de otro tiempo pasado. Y hay que añadir a ello mi incorporación de vecino durante el día de la calle Enmedio, también de la iglesia desde el año 1957, cuando la librería Armengot me abrió sus puertas.

Con todo eso, es natural que pueda decir que la iglesia de San Miguel forma parte de mi vida, de mi historia personal.

COFRADÍAS. Ya saben los lectores qué es una cofradía. Se trata de una Asociación devota de personas para un fin religioso, como rendir culto a cierto santo o atender determinados servicios del culto. Bien, pues la Cofradía de Labradores de la iglesia de San Miguel era la más antigua de Castellón, la que tenía cierta autoridad y sitio preeminente en la iglesia y en las procesiones y otras celebraciones. Decidieron construir un templo en la calle de Enmedio, ya en el año 1681. Una ilustre dama llamada Úrsula Rubert dejó en su testamento a la casa e iglesia del «glorios San Miguel que de inmediato deben fabricar els llauradors en lo carrer del mig» añadiendo doce libras para ayuda de las obras. Y sobre las puertas del presbiterio, un día apareció la fecha: año 1725.

El templo consta de una nave con bóveda de cañón, según Vicente Traver, y capillas laterales. El presbiterio es rectangular con bóveda achatada.

En su libro de título Antigüedades, el ilustre arquitecto Vicente Traver dice que: «La decoración de placas resaltadas con trepas grabadas en finísimos esgrafiados hace de ella una hermosa iglesia con buenas proporciones. En el exterior, un gracioso y modesto campanario decora la fachada que tiene puerta de medio punto con las grandes dovelas tradicionales, dentro todo de un muro falto por completo de ornamentación ni accidente».

SERES HUMANOS. Entre las paredes llenas de libros de Armengot, tres seres humanos son los que más veces han contestado a mis preguntas sobre la iglesia de San Miguel cuando comencé a interesarme por ella. Y fueron Ángel Sánchez Gozalbo, presidente de la Sociedad Castellonense de Cultura y de la Caja de Ahorros; Vicente Calduch, el farmacéutico vecino; y el pintor Juan Bautista Porcar, a los tres les llamaba la atención el volteo de las campanas cuando llamaban a misa. Era en verdad un sonido dulce y sugeridor.

Lo cierto es que desde hace tantísimos años, quien transite por la calle de Enmedio, desde la Puerta del Sol hacia las Cuatro Esquinas se detendrá, si tiene una mínima sensibilidad, pasado el cruce con la de O’Donell, es decir «lo carrer de la travessa del carrer d’Amunt al pou dels Gascons», tal y como está escrito en los libros antiguos se parará ante un gran muro liso, sin relieve ni moldura alguna, pero con una puerta central por donde los vecinos entraron, también los transeúntes, a orar, a rezar, ofreciéndose para lo que fuera menester y siempre pidiendo algo a cambio.

Recuerdo el interés que a mí me producía la casa aneja, es decir, la casa gremial, convertida en residencia del vicario de la parroquia en tiempos pasados, levantado el edificio sobre el regalado solar de la familia de los Gascons, que tan bien armoniza con la hermosa madera torneada de su balcón alto y con las tejas recubiertas de moho verdinegro.

Me hablaron de la gran concurrencia de gente que acudía allí a oír misa, a las novenas y triduos que organizaban las Cofradías regidas por aquellos beneméritos sacerdotes, mossén Tomás Alegre y Santiago Fabra y tantos celosos en mantener el culto y sus otras actividades.

29 DE SEPTIEMBRE. El farmacéutico Calduch ponía el acento en contarme las memorables fiestas que allí solían celebrarse el 29 de septiembre, el día de San Miguel. Fiestas que solía organizar la Cámara Agrícola, también las multicolores fiestas dedicadas el 8 de diciembre a la Purísima, con la intervención de miembros del Gobierno Militar y del Regimiento.

En mi asistencia siendo niño a los sermones oficiales que allí tenían lugar recuerdo a un eminente autor de dichos parlamentos que, en una ocasión nos aturdió a todos los niños presentes cuando en su discurso apareció la siguiente frase: «Y os advierto para que lo tengáis presente. El pecado es malo, muy malo».

Los más recientes artistas Sanchis Yago y Juan Bautista Porcar tuvieron que cumplir el encargo de dar brillo y color a alguna de aquellas esquinas mágicas de la iglesia de San Miguel.