La gola sur del paisaje protegido de la desembocadura del río Millars, entre Burriana y Almassora, continúa comunicada con el mar nueve meses después de sufrir la última fuerte riada. El pasado mes de marzo del 2016 una gran avenida rompió el cordón litoral de piedras que separaba superficialmente el mar de las lagunas. Desde entonces la entrada de agua salada es constante hasta unos cientos de metros tierra adentro. Este proceso natural está transformando las condiciones ecológicas de este tramo de la zona húmeda protegida.

Carpas y barbos, entre otras especies, adaptadas a aguas salobres están dando paso a especies de peces eminentemente marinas como son las doradas, los sargos e incluso se están pescando pulpos a unos cientos de metros del mar.

Otra consecuencia es que la comunidad de plantas que crece formando un cordón al borde de las antiguas lagunas está empezando a morirse debido a la salinidad. Así el conjunto de plantas autóctonas propias del tramo final de la desembocadura del Mijares como la boga y el carrizal se están secando. Por su parte la caña, especie de origen exótico introducida hace muchos años, también se encuentra en un proceso de desecación.