Uno de los pocos efectos positivos que ha dejado el coronavirus lo han experimentado los humedales, espacios naturales que han podido recuperar y ganar especies de animales inéditas o que hacía tiempo que no se observaban gracias a la falta de presencia humana derivada del confinamiento. Así lo demuestra lo ocurrido en enclaves tan emblemáticos como el paraje de Els Estanys de Almenara o la Bassa Llona, situada en Alcalà de Xivert.

En concreto, el grupo Acció Ecologista-Agró constata que, durante los meses durante los que está en vigor el estado de alarma, la salud de la marjal de Almenara ha mejorado de manera exponencial y la nula presencia de personas por las rutas turísticas que hay en el humedal ha propiciado la existencia de muchos nidos de aves.

Enric Amer, miembro destacado de este colectivo, comenta que la buena gestión realizada en los últimos años en fincas privadas y públicas del enclave y la reclusión a causa de la pandemia han supuesto «un alivio para muchos animales que habitan este frágil ecosistema de importancia internacional».

Desde garzas a serpientes, las lluvias y la ausencia de personas han llenado de vida la ‘marjal’ de Almenara.

De hecho, el experto apunta que no solo ha aumentado el número de aves acuáticas que crían con éxito, sino también han proliferado especies que no lo hacían desde hace décadas, como aguiluchos, avetoros e, incluso, espátulas. «También se observan grupos de flamencos y han aumentado considerablemente las parejas de fochas, garzas y aves insectívoras», detalla.

Especies «insólitas»

En la misma línea, el naturalista y realizador Fernando Ramia, explica que las abundantes lluvias de esta primavera y, sobre todo, la ausencia de personas, han favorecido una explosión de vida «insólita» en Els Estanys. «En la marjal de Almenara están criando más aves acuáticas que nunca y en lugares que nunca antes hubieran ocupado, como en la orilla de caminos y carreteras secundarias», indica.

Situación homóloga en Alcalà, donde la Bassa Llona ha recuperado también la vida acuática. Hace varias décadas que no se recuerda tanta cantidad de ranas, serpientes e incluso carpas que viven en ese lugar. Se trata de un espacio natural que estuvo a punto de secarse hace unos años, pero que a día de hoy está a tope de su caudal debido a las lluvias caídas en abril y mayo.

Es la balsa más cercana al municipio (a unos 600 metros) y la que los escolares siempre suelen visitar en actividades extraescolares. Las otras dos que hay en Alcalà son las balsas Esmet y d’Espiges.