Con una afectuosa dedicatoria a la memoria de los recientemente desaparecidos Elena Alsina y Ramón París, L’Estel del Collet. Nadal a Benicarló volvió este fin de semana a los escenarios manteniendo la esencia que destila la obra teatral basada en el libreto de Jaume Rolíndez, pero totalmente renovada y actualizada para aportarle frescura e inmediatez.

Para empezar, ha causado sensación el ascenso de tres jóvenes talentos: Domi Roig, Marta Roig y Nacho Nebot, que este año han asumido la dirección de la función, unido al relevo generacional que ha habido en algunos de los papeles y la apuesta continua por introducir un guiño cómplice con el público que, casi siempre se traduce en un tirón de orejas a las autoridades de turno.

Gracias a estos elementos, la representación consigue conquistar al público año tras año, logrando que no haya perdido actualidad pese a haber llegado a su decimonovena edición. En estas casi dos décadas de historia, los que ayer interpretaban a inocentes infantes, e incluso al recién nacido Niño Jesús, se han convertido ya en muchachos que acaban de dejar atrás la adolescencia y que desempeñan, sobre las tablas, roles más acordes con su edad. Y es que si de algo ha dado una lección la asociación cultural L’Estel del Collet, es de unidad y de colaboración continua.

En la gran empresa que significa llevar la obra adelante cada año, a las puertas de la Navidad, absolutamente todos tienen cabida. Ya sea entre bambalinas o sobre las tablas, el que quiera participar tiene un papel asignado.

Costumbrismo irreverente

Tras horas de ensayo y dedicación volvió la magia y el público comprobó que los santos de Benicarló pueden llegar a ser irreverentes y sarcásticos, sin perder su santidad; que los Reyes Magos hacen parada y fonda en restaurantes con estrella Michelin; o que San José no se negó a probar «un bon glop de vi Carlon». Y es que solo en la partida del Collet, cada año por estas fechas, se pueden ver cosas tan extraordinarias y surrealistas como a San Gregorio haciendo las veces de agente de aduanas, o los patronos, bailando una conga al ritmo de las corrosivas loas de San Antonio, e incluso a Santa Lucía con los ojos en la mano o a los marineros preparando un suquet en un canal culinario de Youtube.

Se trata de pequeños y simpáticos milagros que se suman a la labor de muchas entidades y a la experiencia prodigiosa que vive Ana, gracias a la hospitalidad de Pau, los protagonistas de la bella historia que inaugura la temporada navideña en Benicarló.