Mascarell sueña con ser un emblema turístico. Los poco más de 200 habitantes del pueblo amurallado son muy conscientes y sacan pecho de su singularidad, de ese valioso patrimonio que les envuelve y el potencial que protege sus murallas, pero lograr que los visitantes vayan a ellos de forma espontánea no es tan sencillo como manifestar una voluntad expresa de que así sea, como es el caso.

Hace trece años se apostó por recurrir a una moda incipiente, la organización de una feria medieval, y el acierto se cuenta por miles de visitas anuales. Y es que el decorado principal no desaparece cuando los artesanos se marchan y el atrezzo artificial se guarda. Mascarell es así de diferente todos los días. Se trata de sacar punta al lápiz, y en eso está embarcado el Ayuntamiento de Nules, que empieza a recoger los frutos de una promoción más allá de la provincia.

Hace unos días se vivió un momento inédito. Cinco autobuses estacionaron en la zona de aparcamiento que limita con las murallas y de ellos bajaron cerca de 250 personas de una asociación de jubilados y pensionistas de València. Llegaron expresamente a conocer el único pueblo amurallado de la Comunitat.

Les recibieron los vecinos y el concejal delegado de la pedanía de Nules --aunque todos reconocen su grado de independencia, a pesar de la anexión--, Guillermo Latorre, quien actuó de guía improvisado, luciendo por primera vez, sin decorados, el resultado de las obras de peatonalización de la villa --que todavía están en marcha, con la expectativa de que puedan estar acabadas antes de que acabe el 2019--, que tras la invasión literal de la feria medieval, se presentó diáfana.

Aunque los organizadores de esta longeva visita llegaban con la lección aprendida, Latorre tuvo la oportunidad de relatarles a grandes rasgos los orígenes de Mascarell. Hizo especial mención «a la historia de la muralla y a la acequia interior» y, cómo no, al pozo, que reapareció cuando se levantó el pavimento de la plaza del Ayuntamiento y que ahora se ha recuperado para dejar testimonio de un pasado muy ligado a la riqueza que los vecinos quieren potenciar: su propia identidad, y en ese punto, resultó inevitable especificar cuál es la relación que mantiene con Nules.

¿Qué más hace falta?

Para ser un municipio turístico a Mascarell le faltan servicios e inversiones, para lograrlas necesitaba una transformación que ya se ha iniciado con la peatonalización. Pero es que Roma no se conquistó en un día, ni este pueblo amurallado puede vivir de sus atractivos de la noche a la mañana. El primer paso es creer en su meta. A los mascarelleros, convicción no les falta. Y hay que invertir, tanto desde lo público como desde lo privado. Porque, al final, el movimiento se demuestra andando.