Los caprichos del urbanismo no permiten, en ocasiones, ejecutar las obras tal y como fueron concebidas, sino en fases. Otras veces, por el contrario, obligan a realizar un diseño acorde con los espacios y no con lo que sería deseable. Burriana acoge varios de estos ejemplos y últimamente las minirrotondas se han convertido en tendencia.

Entre estas estridencias destaca lo que sucede en la carretera del Puerto. Se trata de una zona para la que, si bien hubo dos proyectos en el Ayuntamiento hace ya más de una década (uno de ellos el Pedrera-Port), finalmente no se llevaron a cabo y, por lo tanto, el área está aún sin desarrollar. ¿El resultado? Que solo se han podido ejecutar tres cuartas partes de rotonda y la circunferencia no es tal a día de hoy. Mientras los vehículos que van hacia el puerto prácticamente hacen la glorieta como una recta, los que se dirigen en sentido contrario deben hacer unos 180º de círculo.

Otro ejemplo se encuentra en la avenida de la Mediterrània, a mitad camino entre el Puerto y el Grao, a la altura del camí Fondo. En este caso, se construyó una miniisleta con iluminación por la noche. El objetivo era facilitar al máximo el acceso al camí Fondo. El terreno no desarrollado del Arenal impedía llevar a cabo una actuación de mayor envergadura.

La última de las intervenciones que llama más la atención tiene lugar en el camí d’Onda, ya en dirección a les Alqueries. En este caso, han sustituido un cruce regulado con cuatro semáforos por una pequeña rotonda que además tiene una forma de media circunferencia. Un extraño dibujo, pero que era la única manera de que se permitiera una mínima circulación sin tocar aceras ni realizar más actuación que la colocación de unos pivotes acompañados de dos luces.

Mención aparte merece la actual situación de la avenida Argila, en el polígono de la carretera de Nules, donde hay una isleta en mitad del vial cuya única función es la de advertir a los conductores que existe una torre de cableado eléctrico.