Los peñiscolanos no fallaron a la costumbre, y la ermita de Sant Antoni, situada en plena Serra d’Irta, volvió a vivir una gran actividad, con motivo de su emblemática romería. Como manda la tradición, cada domingo siguiente a la Pascua se recorren los cinco kilómetros que separan el casco urbano con el ermitorio, para vivir una intensa jornada festiva.

La parroquia de Santa María fue el primer escenario de este día, con la misa matinal, que fue seguida del arranque de la romería en el casco antiguo. Una vez más, las mujeres fueron las que tomaron el mando, cogiendo la peana de Sant Antoni. Turnándose a lo largo del recorrido, llegaron sobre las once de la mañana al recinto del ermitorio, vitoreadas por los muchos asistentes a la fiesta que desde las primeras horas del día ya habían subido al recinto.

Minutos más tarde comenzó la misa en la capilla de la ermita, oficiada por el párroco local, Ricardo Fígols. Tras el oficio religioso, los asistentes congregados contemplaron la bendición del término municipal. También se celebró un multitudinario baile matinal en la explanada, la animación de los grupos de amigos en los alrededores de la ermita y el reparto de una paella monumental. Por la tarde, tras el cremaet, comenzó la segunda parte del baile, que se alargó hasta la puesta del sol.

La edición de este año ha contado con anécdota histórica, ya que en 1416 el Papa Luna concedió una bula a la ermita. Por tanto, se cumplen seis siglos desde este reconocimiento. H