Todo ocurre por alguna cosa. También este libro. Todo es misterioso. Todo es bello cuando es misterioso. Hace 173 años moría un hombre y uno de sus amigos traidores le arrancaba los bigotes rubios en el camino del convento de Forcall... Moría el Groc, después de que esta tierra -la suya, la nuestra- viera correr ríos de sangre, convencidos aquellos antepasados nuestros de que merecía la pena matar y morir por una manera de vivir.

Y ni el Groc ni sus vecinos muertos, carlistas y liberales, sospecharon que un día sus descendientes tendrían al alcance un libro con el eco de su bronca, su drama, su epopeya, su tragedia, su vida y su muerte. Pero los muertos hablan desde las rocas, las cuevas, los sepulcros; los escuchamos en nuestra sangre. Sus sufrimientos nos resuenan y nos invitan a meditar, a rezar, a crear alguna belleza con la que aligerarlos. Intentamos que las heridas del pasado se conviertan en cicatrices bellas, en tatuajes de nuestra historia.

LA PIEL DE LA MEMORIA

Es lo que hace el arte: dibujar tatuajes preciosos en la piel de la memoria. Eso es el arte. El arte embellece. El arte cura, el arte salva. Con el arte nos murmuramos el dolor del que procedemos. Y con el arte, lo acogemos, le damos amor y el consuelo que faltó. Este rumor se convierte en un cuento a la orilla del fuego del hogar en invierno. Se convierte en un verso, una canción, una novela. Por eso escribimos novelas. Por eso escribí La filla del capità Groc.

Por eso mismo también vino a verme un día Julio Carbó con mi novela en la mano: «Víctor -me dijo-, todo esto que cuentas lo convertiré en imágenes». Lo dijo con fervor y vi en sus ojos el fulgor del arte: hablaba el artista que quiere dar a las cosas su lugar, ordenar el mundo y bañarlo de luz. La luz del arte que cura heridas, del arte que restaura. Y es lo que ha hecho Julio Carbó, fotógrafo hasta la médula, morellano hasta el tuétano: convertir el drama en belleza.

LA MIRADA DEL FOTÓGRAFO

Le ha ayudado su talento, su sensibilidad y el linaje propio: Carbó lleva cada sombra y cada luz de esta tierra en el fondo de sus pupilas y en los pliegues del alma. Mira y ve. Ha sabido dónde, cómo y cuándo encontrar cada una de las imágenes que mis palabras sugerían en las páginas.

Con una imagen detrás de la otra, el morellano ha vuelto a escribir La filla del capità Groc, ha hecho un relato gráfico que hemos titulado Capità Groc (The Folio Club). Me enviaba cada fotografía que tomaba, y todas me cortaban la respiración.

Todo es misterioso. El pañuelo negro que describo cuando el Groc lo tiende a la orilla del río delante de Forcall... solo lo habían visto los ojos de mi imaginación. Supe, luego, que combatientes carlistas habían lucido pañuelos así ¡en sus bayonetas y tambores! Y pedí estamparme uno. En este libro, se podrá ver el pañuelo tendido en la orilla del río: Carbó ha viajado con la cámara de fotos hasta 1841.

Todo es misterioso. Imaginé una cueva en la que se escondía el Groc en el barranco de Xiva de Morella. Ya publicada la novela, ¡me dijeron que aquella cueva existía! Y aquí está ahora fotografiada. Todo es misterioso. El lector verá aquí la fotografía de la entrada de un mas de paredes teñidas de azulete, como imaginé y describí sin haberlo visto antes; espacios como el dormitorio en el que se recupera la tierna chiquilla Leonor en el Mas de Torres. Julio Carbó ha fotografiado mi imaginación, los espacios más allá del tiempo. Y aquí está todo.

LAS VOCES DE LOS MUERTOS

Todo es misterioso. Las voces de los muertos las escucha el novelista, y el fotógrafo ve aquello que los muertos vieron. Aquí está. Entre los muros del desamortizado convento dominico de Forcall, los carlistas de Cabrera y el Groc encarcelaron a 3.000 soldados liberales. La mitad murieron de inanición, enfermedades y frío. Hoy, 179 años después, las fotografías de este libro se expondrán en esos mismos muros...

Los mismos muros donde un amigo del Groc le arrancó los bigotes a su destrozado cadáver, con la rabia de quien se aligera por sentir miedo ante la ferocidad del faccioso idealista y con la culpa por traicionarlo. Estas imágenes, llegadas desde el siglo XIX gracias a Julio Carbó, honran la memoria de los muertos, carlistas o liberales, idealistas y pragmáticos, fanáticos y piadosos, nuestros bisabuelos y tatarabuelos: víctimas de nuestra primera guerra civil. De ellos venimos y solo el misterio sabe a dónde vamos.

A nosotros nos ha tocado ahora mover esta pieza, nos ha tocado alzar la bandera de este libro, que es bello porque es misterioso. Todo lo que ocurre es por algo. Así será.