Haciendo equilibrios en las curvas y frenadas, buscando fortuna para lograr sitio y con un peligro latente de caer. Así viajan muchos días los usuarios del autobús que une Burriana y Almassora con la UJI. Los estudiantes padecen una «masificación» de este servicio, tal y como denuncian ellos mismos. Incluso una alumna sufrió una herida, por un codazo en el labio, al no poder moverse en uno de los trayectos por la falta de espacio.

«Cuando llega el bus de Burriana, los que esperamos en Almassora ya no tenemos sitio para sentarnos. Tenemos que idear fórmulas para conseguir un hueco. Optamos por ubicarnos en las escaleras o en el suelo, porque hay una barra vertical que la puedes coger si tienes suerte. En caso contrario, existe una elevada, a la cual los que somos bajos de estatura no llegamos», indica Társila Galdón, una de las afectadas.

Esta almazorense puso en alerta en septiembre, coincidiendo con el principio del curso, a los consistorios que impulsan este transporte sobre los riesgos y las dificultades que afrontaban ante la elevada presencia de viajeros. El pasado enero recibió respuesta, sin darle ninguna explicación. Ni tampoco soluciones.

Capacidad de plazas

Únicamente le informaron de que los vehículos autorizados disponen de una capacidad de 101 personas (33 sentadas y 68 de pie) en el que hace la ruta regularmente y otro de 71 (52 sentados y 19 de pie). En el caso de Burriana, le remitieron una nota de prensa sobre el positivo arranque de esta iniciativa de los dos municipios implicados.

Lo paradójico está en que los abonados a principios de ejercicio eran 127 (91 en Burriana y 36 de Almassora). Y que la mayoría opta por el que parte a las 8.10, en detrimento del de las 7.00 horas, que casi va vacío.

«No solo nos quejamos de la peligrosidad, sino que, como vamos tan saturados, es llegar a la parada y pasamos 10 minutos para organizarnos y poder caber todos. Por ello, a veces, los que entramos a las 9.00 horas a clase lo hacemos ahogados», apunta.

Servicio de pago

Por otro lado, otra de las quejas de los jóvenes está en que hasta el diciembre el transporte era gratuito y ahora es mediante bonos mensuales, trimestrales o anuales. La protesta es, más que por los pagos, por el hecho de que con el cambio de tarificación, no disfrutan «de ningún tipo de comodidad, todo sigue igual», según la estudiante.

Desde los dos ayuntamientos implicados valoran como «positiva y contundente» la respuesta por parte de los universitarios de ambas localidades al servicio de bus mancomunado. Una iniciativa que los usuarios agradecen pero, al mismo tiempo, reclaman un servicio «digno» para poder cursar sus estudios.