Todos tenemos una idea intuitiva de lo que significa democracia. Sabemos que el término remite a una forma de organizar un gobierno y una sociedad donde son los mismos quienes hacen las leyes y quienes van a sufrir las consecuencias. Pensarán que esto es un ideal, que nunca se va a dar tal situación. Y tienen razón. Pero que sea un ideal no significa que no sirva para nada. En el trecho que separa la realidad de ese ideal se genera la confianza que nos merecen nuestros políticos y sus instituciones. Un ejemplo, que ustedes mismos pueden responder: ¿puede el 40% de los votos obligar al 60% restante a pensar, sentir y vivir como ellos quieran? ¿Puede una parte de la población coaccionar y utilizar incluso la violencia para obligar a los demás?

La democracia no se reduce a la regla de la mayoría, a contar votos y escaños. Existen derechos que no se pueden votar, como es el derecho a vivir de acuerdo con nuestras ideas sin impedir las ideas y la forma de vida de los demás. La libertad o es de todos o no es libertad.

Cuando los políticos incitan, por supuesto no directamente, a la violencia, están mostrando el fracaso de la política. El diccionario recoge varios significados del verbo apretar, entre ellos oprimir, presionar, perseguir o acosar a alguien. Se trata con ello de atemorizar y, de paso, ocultar la impotencia de un desgobierno ante la creciente desigualdad y pobreza de sus ciudadanos. Pero el objetivo es otro: buscar mártires para la causa.

*Catedrático de Ética