Este tema en cualquier país civilizado del mundo hubiera sido un escandalazo. Caerían gobiernos, muchos irían a la cárcel como se merecen y ocuparía titulares de prensa mucho tiempo. Aquí no. Qué bien nos manipulan los que mandan y que ciudadanía tan adormilada.

La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) publicó días atrás su primer análisis de las cuentas públicas. Es demoledor. En el 2017 se otorgaron 14.300 millones de euros en subvenciones. Con un criterio amplio se llega a 30.000 millones, aunque la falta de control, de transparencia y la no rendición de cuentas impide saberlo con certeza. El 10% se va en gastos de gestión. La planificación estratégica es nula, y se ignora cuántas subvenciones de diferentes administraciones se superponen. Si el receptor no cumple las condiciones, no son sancionados ni la devuelven porque los procedimientos caducan. No responden a finalidades reales y sí a designios políticos arbitrarios. Ejemplo de opacidad, descontrol y despilfarro. Vergonzoso e inaceptable, cuando no delictivo, como los ERE de Andalucía, poco difundidos por los medios amigos y que un extraño proceso judicial hace que vayan caducando, 300 imputados y más de 700 millones por el desagüe.

Hay que ser mucho más rigurosos y suprimir muchas de ellas. Se supone que el gasto público debe ser eficiente, pero no, la realidad es que el dinero de todos se regala a los amiguetes bajo el paraguas de falsas causas nobles. Es la cultura de papá Estado lo paga todo y para qué esforzarse. Generador de inútiles y ladrones.

*Notario