Me imaginaba que el titular de la columna de la semana pasada iba a traer cola y acerté. Creo que pocas de las personas que tienen a bien leer esta columna ignorarán que el significado de «Gori-gori» tiene que ver con los preconciliares responsos de los ceremoniales de difuntos. Es decir, que citar esa palabra es mentar a la parca o a la bicha, según quieran.

En esa línea cabe decir que el término «Gori-gori» es una transformación de un versículo, algo muy habitual cuando los oficios religiosos se rezaban en latín y las lenguas del territorio español eran, además del castellano, el catalán, el euskera o el gallego. Valga la anécdota: cuando era mocito, me tragué, como muchos de mi tiempo, no pocas liturgias y aún mantengo en la memoria, con divertida parodia, los disparates proferidos por muchos paisanos, que estaban a mi vera, al cantar las salmodias del gregoriano. Por ejemplo en el «Tantum ergo» en la frase «genitori, genitoque, laus et jubilatio», sin inmutarse y con todo el convencimiento, más de uno decía «que li toque, que li tooque, la jubiiiiiilació».

PUES BIEN, con el «Gori-gori», tenemos un caso similar, en el que la salmodia latina se recitaba con gorjeos melismáticos, de compungido sentimiento, sin ningún significado; solo que esta equivocación ha pervivido infinitamente más, hasta ser utilizada en celebradas obras literarias como, «El Gorigori», de Quiñones de Benavente, la «Comedia de Nuestra Señora de Guadalupe» de Fray Diego de Ocaña, el párrafo de la Poncia de «La casa de Bernarda Alba» de Lorca, o el de Remedios en «Doña perfecta» de Pérez Galdós.

*Cronista oficial de Castelló