Estos días leemos noticias como la siguiente: “Baja el porcentaje de ninis en España”. Y uno se va contento y feliz a dormir, pensando lo bien que funciona nuestra economía. Esa es la intención del titular, que aquellos que ni somos jóvenes ni estamos sin trabajo sepamos la bondad de las actuales políticas económicas, así como la maldad inherente a cualquier tipo de propuesta de cambio. Pero el titular podría haber sido: España continúa siendo líder en la OCDE con el 22,8 de sus jóvenes entre 15 y 29 años que ni estudian ni trabajan. Solo nos ganan Turquía, Italia y Grecia.

Por si acaso cunde la desesperación y se duda de las bondades de las políticas de empleo de nuestros gobiernos, tenemos a los expertos del pensamiento positivo. Va y nos dicen que ser nini no es una injusticia, fruto de una economía inmoral, sino una oportunidad para asumir riesgos y para no tener miedo al fracaso. Hay que coger la situación como un desafío, una ocasión para desarrollar sus capacidades, para explorar todo su potencial no descubierto. Deberían Incluso dar las gracias por brindarles estos nuevos retos.

Pero tanta desfachatez, tanto cinismo, provocan indignación. Sabemos que la mayoría de estos jóvenes ha heredado la pobreza. Unos han tenido que dejar sus estudios para poder trabajar temporalmente y con su sueldo miserable ayudar a una maltrecha economía familiar. Otros no han podido seguir pagando unas elevadísimas tasas universitarias, que incluso aumentan si se elige estudiar una segunda carrera. Les recuerdo: la matrícula universitaria en España es 50 veces más cara que en Alemania. Piensen: ¿le llamarían a esto progreso? H

*Catedrático de Ética