Estoy hecho un mar de confusiones. Recibo por el teléfono mensajes contradictorios cada día. Ayer mismo recibí un whatsapp en que a un conocido periodista, ya jubilado, se le ocurría hablar sobre los muertos de la guerra. Para unos, como él, fueron 3.000 los fallecidos, para otros 140.000 depositados en las fosas comunes.

Las cifras exageradamente discordantes me sumieron en una pesadilla diurna desagradable. ¿Cómo pueden manejarse datos tan dispares sobre un mismo hecho? Y un lector, como yo, se desvanece ante tamaña disparidad. ¿Quién pone orden? ¿Quién miente? ¡Averígüelo, Vargas!, dice la vieja sentencia.

LA VERDAD es que quedan muchas cosas por averiguar y difíciles de discernir.

Hay demasiadas cuestiones contradictorias, difíciles de contrastar por los ciudadanos de a pie y sesgadas por la ignorancia o la desinformación o la vía mediática. Sin desearlo, uno recibe supuestas informaciones de diversa índole a las que no sabe si dar crédito o no.

Vivimos en una difícil etapa de posverdad en el sentido de que algo aparente ser verdad es más importante que la propia verdad. Y como nuestra capacidad de procesar la información resulta demasiado amplia, el resultado es, cuando menos, la desorientación.

LO MALO es que, como decía Francisc Bacon, el entendimiento humano una vez que ha adoptado una opinión, dibuja todo lo demás para apoyar y mostrar conformidad con ella. Acabamos por creérnoslo.

*Profesor