Nadie nos baja de la Champions! Es el grito de guerra de un equipo que no cede y que no solo mantiene las distancias con los perseguidores sino que las aumenta a solo siete jornadas del final (ya está a ocho puntos del Celta y a nueve del sevilla y el Athletic). El Villarreal sumó tres puntos a fuerza de músculo. Nunca le perdió la cara a un partido complicado contra un rival correoso y que obligaba a un esfuerzo físico añadido. Y el Submarino acabó corriendo más que el Eibar e imprimiendo más intensidad. Es decir, siendo superior a su rival con sus mismos argumentos. Una victoria que se quedó corta, pero que se plasmó en una excelente segunda parte de un fútbol mezclado de raza, orgullo y casta de un grupo de jugadores que quieren ser de Champions. Jugando así a este Villarreal no lo baja nadie de la cuarta plaza, que le convertiría en campeón de la Liga terrenal.

Un partido diferente. Las peculiaridades de Ipurua, con unas dimensiones más reducidas del terreno de juego y el estilo inglés del Eibar, radiografiaban un encuentro con unas componentes no habituales. Al Villarreal le costó adaptarse y entrar con los dos pies en la dinámica del encuentro. La alineación del Submarino presentaba dos o tres incógnitas en un once que estaba prácticamente cantado. Areola, Pina y Adrián fueron la resolución a las X del equipo titular que tenía la misión de apuntalar esa cuarta plaza dentro de esa liga particular con Celta, Sevilla y Athletic, que lidera ahora mismo el Villarreal.

DIFICULTAD INICIAL // El Eibar imprimió un ritmo altísimo al juego, cortocircuitando la salida del juego de los amarillos y dejándoles sin su bien más preciado: la pelota. El equipo de Mendilibar hizo lo que sabe, canalización por las bandas, buscando el centro al área y metiendo intensidad máxima a cada acción. Al Villarreal le costó aguantar el constante golpeo del rival. Los primeros 20 minutos fueron de absoluto control armero, llegando en demasiadas ocasiones el cántaro a la fuente. Hasta que llegó el gol de Capa al recoger el rechace de un balón que no pudo atajar Areola y que entró como un obús.

El Villarreal no se encontraba a sí mismo, parecía un extraño e incapaz de entender e interpretar el tipo de juego y el estilo que imponían los eibarreses. Eso sí, los amarillos nunca perdieron la compostura como equipo y eso era la mejor señal de que el mando del partido podía cambiar de manos. Ese patrón de bloque sólido y el poso de equipo tácticamente bien construido, unido a la notable superioridad técnica del Submarino, fueron determinantes para que el balón acabara cambiando de dueño. Los hombres de ataque del Villarreal comenzaron a carburar y a imponer su talento. Denis y Castillejo iban ganando terreno y convirtiéndose en dos puñales para el Eibar. El gol de Adrián López, empujando a placer un balón rechazado por Riesgo en un tiro envenenado de Soldado, marcaba el punto de inflexión y el relevo en el mando del juego. A partir del 1-1, los amarillos fueron dueños absolutos del partido. El Eibar fue totalmente a remolque a partir de entonces, sufriendo más de la cuenta para frenar el acoso, por dentro y por fuera de los amarillos. Bruno lució galones, Denis destiló talento y Samu Castillejo desbordaba una y otra vez. Pina, en los estertores del primer tiempo, dispuso de una clara oportunidad.

CAMBIO DE DECORACIÓN // El Submarino ya se movía en el campo como si Ipurua fuera el Madrigal. La presión de los amarillos asfixiaba a los locales, que veían como el rival le superaba en los aspectos del juego en el que ellos eran más fuertes, empezando por la presión, la intensidad e, incluso, en actitud. La llegada del 1-2 se apuntaba cómo cercana. Adrián López dio el primer aviso en una contra, y Soldado le puso la puntilla al Eibar pocos minutos después, en una acción protestada por la grada por posición ilegal del delantero valenciano, habilitado por la llegada del balón de un contrario. El Villarreal estaba enchufado, mostrando la ambición de un equipo que se ha pegado con cola de máxima fijación a la cuarta plaza de la Liga.

El Eibar apenas inquietó. Areola que blindó el espacio aéreo del Villarreal. Impresionante el portero francés por alto. Los amarillos continuaron corriendo y corriendo, más que el Eibar, y jugando con criterio el balón cuando estaba en su poder. El marcador transcurría más cerca del 1-3 que del empate. El premio al esfuerzo llegó con la primera victoria en Ipurua del Villarreal y saboreando de nuevo un triunfo lejos de casa que no se lograba desde el 3 de enero en Riazor. Solo quedan siete jornadas y al Submarino sigue automotivándose con la música de la Champions. Otro partidazo de los amarillos. Y el jueves, Europa League. H