El Barcelona reafirmó su superioridad en el clásico para asestar un golpe a LaLiga ante un Real Madrid de trincheras, en depresión e instalado en una realidad difícil de asumir, que dijo adiós a la segunda competición en tres días y, una temporada más, se juega a todo o nada a la carta de la Champions (0-1). Es la realidad del Madrid, dolorosa porque la impulsa el eterno enemigo con dos triunfos de autoridad en su casa. Un Barça lanzado que reina al ritmo de Messi y convierte en algo habitual la conquista del Bernabéu. Ya no es noticia su triunfo. Sí lo es ver a los blancos resignados a su inferioridad.

El golpe copero aún dolía. Solari apenas retocó su equipo: solo un jugador de campo nuevo tras un desgaste de esa magnitud. El imprevisible Bale debía ser la solución a la falta de gol. Era un Madrid de trincheras, de juego atropellado y transmitiendo sufrimiento sin el balón.

La apuesta de Valverde por Arthur aumentó la posesión y Messi tenía ganas de diversión. Sergi Roberto era el retoque táctico: el elegido para frenar la inspiración de Vinicius consiguió que el brasileño tardara en aparecer. El duelo nacía con una amarilla tempranera a Busquets que condicionaría su partido.

Antes de ejercer el líder una clara superioridad, llegaron los intentos de Benzema, Kroos y Modric. Nada asustaría a un Barcelona que fue adelantando metros hasta la conquista. La descomposición blanca se personaliza en el centro del campo, con Casemiro superado. Cada llegada culé transmitía mayor peligro hasta que Rakitic ejecutó, castigando la lentitud de Ramos, que jugó tocado, picando el balón con calidad a la salida de Courtois (min. 26).

Cuando falta fútbol, solo queda tirar de orgullo. A él recurrió el Madrid, un espejismo ante la superioridad del líder, que quería la sentencia. Courtois salvaba el tanto de Luis Suárez tras un zurdazo seco desde la frontal.

La polémica siempre presente en un clásico aparecía con un codazo innecesario de Ramos en la cara de Messi, en un final de primer acto que reafirmaba la falta de puntería merengue.

Solari buscó revulsivos con Fede Valverde y Marco Asensio en lugar de Kroos y Bale. Incluso recurrió a un sentenciado como Isco en busca del milagro. A la hora de la verdad, todo quedaba reducido a los intentos de Vinicius. El Barcelona no asestó la puntilla y mantuvo la incertidumbre hasta el final, que le confirmó como nuevo rey de los clásicos.