El FC Barcelona disputa esta tarde la segunda semifinal de una Supercopa tan lejana como extraña, en el que el negocio prevalece sobre la emoción de la competición. La novedad del formato a cuatro y del escenario, en la distante Arabia Saudí, sin la presión de los aficionados propios, envuelve de incógnitas el partido contra el Atlético de Madrid (20.00 horas, Movistar+). Falta saber, por ejemplo, la predisposición de los futbolistas azulgranas ante un torneo claramente menor en el escalafón de prioridades de la temporada. «Si me dan a elegir, prefiero el formato anterior», admitió Ernesto Valverde.

La Supercopa, que dará aire a las cuentas de Barça, aparece desde el punto de vista deportivo como un engorro, con más riesgos que beneficios. Más que un trofeo, el equipo se juega algo tan emocional y a la vez futbolístico como las sensaciones. Y lo hará ante la curiosidad, más que la pasión, de los aficionados que viven en territorio saudí. Apenas un pequeño grupo se reunió ante el hotel a la llegada de la expedición azulgrana, nada que ver con las aglomeraciones que se observan en las previas de los encuentros de Liga o de Champions. Hasta en eso es nuevo este viaje, inédito para la entidad, no para Leo Messi, que ya jugó un amistoso hace dos meses en Riyad, la capital.

Las últimas actuaciones del Barça no han servido para elevar el ánimo del aficionado azulgrana, que convive esta temporada con la impresión de que el equipo transita por el alambre. Una derrota ante el Atlético, unida a otra actuación de bajas pulsaciones, no haría más que perpetuar el aire desalentador existente.