Acabó el partido y Neymar dobló la cintura. No, no es una metáfora. Terminada la goleada al Sporting, el delantero se agachó apoyando sus manos en las rodillas. Era una imagen inédita del joven brasileño que vino para ayudar a que Messi siguiera siendo el número uno y al que ahora, cuando él vive sus peores días provocando con su gris e ineficaz fútbol murmullos y silbidos del Camp Nou, es Messi quien tiene que salir, precisamente, a su rescate. Pero tanto Luis Enrique como sus compañeros no paran de mimarle.

Quedó agachado más de medio minuto dando la sensación de que en esa imagen, que iba más allá del cansancio físico, Neymar le estaba preguntando a Neymar qué ha sido de él. Sensible como anda el Camp Nou tras esa primavera trágica en la que el Barça ha caído eliminado de la Champions, el delantero brasileño es ya un caso abierto.

Ney se ha apagado. El sábado, a cada regate que intentaba y no le salía bien, Luis Enrique lo estimulaba desde la banda, consciente de la necesidad de recuperar la mejor versión de un delantero que se ha desplomado en pocas semanas.

Ha bajado el brasileño su producción ofensiva, enredado además en los vericuetos judiciales todavía no aclarados de un fichaje realizado hace casi tres años. Y sin resolverse, además, la renovación por el Barça, mientras continúa siendo pretendido por los grandes de Europa. Al menos, ya sabe que no irá a la Copa América este verano porque el Barça solo le ha permitido disputar los JJOO.

EL GESTO DE MESSI // “Neymar es un jugador top con muchísima personalidad. Le pueden salir mejor o peor las cosas, pero él sigue encarando”, recalcó Luis Enrique, quien optó por elegir la vía más positiva para difuminar un sábado negro del brasileño que Messi intentó maquillar. Cuando llegó el tercer penalti, Suárez miró a Leo. Podía haber engordado el nueve su cuenta para el pichichi o elegir el diez reencontrarse con buenas sensaciones desde los 11 metros. Pero el argentino entendió que era para Neymar. Marcó, aunque el balón entró llorando. H