Para los no iniciados, para los incrédulos, para que los dudan o los que piensan que todo está escrito de antemano, el Barça demostró que los milagros existen. Al menos en el deporte. El Barça desahuciado hace una semana, inmerso en una crisis que acabó con el técnico Sito Alonso en la guillotina, resucitó a lo grande frente al gran favorito, el Madrid, y levantó el título de Copa después de una espléndida final, que tuvo un agónico desenlace (90-92) con opción para los madridistas de llevarse el partido tras dos tiros libres fallados por Oriola. Los azulgranas, al fin, la levantaron de forma merecida, pese a las protestas blancas por una posible última falta a Taylor.

PARTIDAZO // En una soberbia actuación coral, el equipo culé tumbó a su gran rival y cortó una era de dominio blanco en la competición copera, que se remontaba a las últimas cuatro ediciones. La final contó con todos los ingredientes que hacen a un partido grande. Apareció un Barça enorme, demostró su orgullo de campeón el Madrid, que peleó con uñas y dientes hasta el último suspiro y el guion desembocó en un desenlace taquicárdico, con el bloque de Laso recortando margen de triple en triple, con Thompkins como figura, y con los azulgranas haciendo un ejercicio de resilencia. Tuvo que tocar fondo el Barça y ponerse en manos de Svetislav Pesic, casi de forma desesperada, para generar una catarsis que ha sacado todo lo bueno que se intuía del vestuario y que hasta ahora solo había sacado a cuentagotas. Los jugadores reinvidicaron así su enorme calidad. Y Pesic volvió a levantar la Copa 15 años después de lograr su primer título en España en su primera etapa azulgrana.

Pau Ribas, autor de 21 puntos, y Tomic y Hanga, con 17 y 12 respectivamente, fueron la referencia de un Barça espléndido a nivel colectivo, con Heurtel escogido como MVP de la fase final, y que volvió a levantar un título grande, lo que no sucedía desde la Liga del 2014. Lo más positivo del nuevo Barça es el cambio de actitud. No le pierde la cara a los partidos a la menor contrariedad. Se vio en el primer cuarto, con una falta antideportiva de Sanders a Doncic y un par de decisiones más que discutibles, que pusieron el control del ritmo en manos del Real Madrid.

En ese cambio de imagen tiene mucho que ver la defensa. No encontró nunca el Madrid el camino hacia la canasta con facilidad hasta los últimos minutos. Pero también la confianza que da Pesic a sus dos bases Heurtel y Ribas. Con la ortodoxia del juego decantándose totalmente a favor del Barça, al Madrid solo le quedó un camino para cambiar el guion: el juego físico, la presión en toda la cancha, la vía de la adrenalina en una carrera desbocada contra el reloj que acabó con un último tiro fallado.