Llevaba varios días rumiando de qué podía escribir en este espacio, intentando organizar mis ideas, tratando de aportar un punto de vista diferente a todo lo que viene ocurriendo en el Castellón, para no intentar caer en el tópico y convertir este espacio en algo lo suficientemente atractivo para ustedes, algo que no fuera más de lo mismo, que no constatase la absoluta desazón que provoca esta situación completamente inexplicable y, a la vez, palpable. Pero la capacidad de sorpresa en este club, cuyos últimos siete años han sido oscuros como las profundidades del abismo con apenas unos cuantos rayos de luz, no deja asombrarnos, de pensar que nos asistimos a una irrealidad, que alguien nos despertará de la pesadilla... Pero no.

He visto muchísimas situaciones desagradables y Castalia, en ese descenso particular hacia los profundidades, ya cuenta con un puñado de imágenes indelebles que nos sacuden las entrañas. Pero ninguna como la que ayer vi, con decenas de aficionados, algunos con niños llorando en los brazos, accedían al asalto al estadio, con unas puertas incomprensiblemente cerradas a instancias de la seguridad privada del club, que me imagino que seguiría las instrucciones de David Cruz. Porque todo empieza y todo acaba en él; más que nunca ahora, por si existía alguna duda.

El verdadero problema es que la cosa no ha escrito su punto y final; y que, a lo peor, la semana pasada acabará siendo mejor que la que ahora entramos... H