Después del susto, con los problemas más graves en vías satisfactorias de solución, nuevas preguntas surgen en torno a Iker Casillas, la primera sobre su futuro deportivo, sobre si se ha precipitado el abrupto final de carrera del capitán de la selección española campeona del mundo en el 2010.

Aunque todas la señales son buenas, la atención fue inmediata y el goteo de información que llega desde el hospital CUF Porto es alentador, el diagnóstico todavía es reservado y el aplazamiento de la visita de la plantilla, prevista para ayer, muestra la cautela con la que proceden los médicos.

Entre la máxima prudencia que rodea a todas las informaciones, con la prioridad para la mejoría del estado de salud y las innumerables muestras de apoyo y cariño, la noticia que sobrevuela Oporto es la de que la carrera de Casillas, plagada de éxitos, títulos y reconocimientos, puede estar tocando a su fin. El portero, que cumplirá 38 años este mes, quería jugar hasta los 40 años y acababa de renovar su contrato con el Oporto por una temporada, con otra opcional. «Es muy pronto para pronunciarse sobre su futuro. Va a depender de muchos factores que tendrá que ponderar con mucha calma antes de decidir si quiere continuar o no», es lo último que ha transmitido el servicio médico del club portugués.

Con la precipitación del diagnóstico inmediato, su vuelta a los terrenos de juego se antoja como una heroicidad que la carrera de Casillas no necesita, copada ya de notoriedad y objetivos cumplidos. Se apela al carácter ganador indomable, a veces incomprensible, de los deportistas de élite, pero las prescripciones médicas habituales, después de una situación crítica como la que ha superado Casillas, le deberían alejar del fútbol de alto nivel, sobre todo porque tardará meses y porque la cardiopatía es una enfermedad grave y crónica.