Kiko Ramírez no olvidará nunca un día como ayer, y no porque su hija tomase la primera comunión. El viernes volvía a Tarragona razonablemente satisfecho porque su renovación, tras una semana subido a una montaña rusa, parecía encaminada. Iba a aprovechar el fin de semana para consultarlo con su familia y prepararse para un lunes en el que tenía que producirse el esperado acuerdo. Sin embargo, todo se precipitó por la mañana.

El entrenador recibió una modificación de los términos de la propuesta que había tratado el día anterior en Castalia, con la presencia de David Cruz. Al margen de lo económico, lo que le llevó a terminar de decidirse fue una serie de cláusulas por las que el club se reservaba despedirle. Ahí ya dijo basta.

Ese documento reza que “el club podrá rescindir el contrato, de forma unilateral, si no se van consiguiendo los siguientes objetivos”. El primero son cuestiones clasificatorias: “no estar entre los seis primeros a partir del 1 de octubre” o “no estar entre los cuatro primeros a partir del 1 de diciembre”.

Además, habla de la creación de “una comisión deportiva con la que [el técnico] consensuará todos los asuntos relativos a operaciones con jugadores del primer equipo (altas, bajas, renovaciones o negociaciones)”.

UNA ‘COACH’ // La tercera cláusula dice que “el club contará, para la próxima temporada, con la incorporación de una coach corporativo, que nos ayudará a organizar la sociedad en todas sus áreas”. “En ocasiones -prosigue- requerirá la participación del entrenador y deberá ser atendida”. Al parecer, esta mujer, que pertenece al entorno de Cruz, tendrá una vinculación próxima al vestuario, acudiendo a los partidos (Castalia y fuera). H