Cuando llega el otoño, llueve en las montañas y crecen las setas. Colombia es como un bosque animado de ciclistas. Surgen de la tierra, de todas partes, como si fuesen esas setas. Los hay de todas las especies y que hacen las delicias de las decenas de inmigrantes colombianos que viven y trabajan en las ciudades españolas. Ellos se lanzan y ocupan los puestos estelares de las llegadas de la Vuelta. Esperan a los suyos, como ayer en Becerril de la Sierra. Les da igual quién lidere la carrera (Primoz Roglic) y hasta que Alejandro Valverde recupere la segunda plaza. Quizás esto último hasta les da rabia porque el perjudicado, en este caso, no es otro que Nairo Quintana, el que respeta el campeón del mundo para no perjudicarlo, para no echarlo del podio y para mayor satisfacción de Sergio Higuita, colombiano de 22 años, otro de los buenos, uno más que ha crecido en el bosque de setas de su país, para imponerse en la gran etapa de la Sierra de Madrid.

«¡Vamos, chino!», le grita un periodista colombiano para animarlo. Chino no es un término despectivo, explica. Se lo dicen a los chicos que son menuditos como Higuita, buen escalador y bueno también en las llegadas masivas. Otro del que se hablará al lado de los ya consagrados Quintana, Rigoberto Urán y evidentemente Egan Bernal.

LA FIESTA DEL PODIO // Se mueven las banderas colombianas, los gritos patrióticos. Becerril vive una especie de éxtasis sudamericana, más todavía cuando sube Higuita al podio y luego Supermán López que desplaza al esloveno Tadej Pogacar de la cabeza de la clasificación de los jóvenes.

Higuita se coló en la fuga del día, formada a medias por aventureros como él que buscan triunfar en la etapa de los tres puertos más famosos de la Sierra (Navacerrada, la Morcuera -por dos veces- y Cotos) y por corredores lanzados por los equipos con líderes en la general. Se fue en Cotos, en cuyo descenso, con los jefes de la Vuelta pisándole los talones, vive una intensa agonía, poco más de medio minuto, entre un Roglic que quiere empezar a saborear el aparente triunfo en la carrera y un Valverde que, por una vez corre, en plan moderado. No quiere enloquecer para ganar la etapa y, sobre todo, no desea impulsar mucho la escapada, porque comprueba que resulta imposible que se descuelgue el jersey rojo y porque Quintana ha perdido, como Pocagar, la rueda buena en la fase principal de la subida a Cotos. ¡Qué distinto habría sido todo con Nairo al lado de Valverde y sin que peligrase a manos de López la tercera plaza!

Roglic prefiere correr con astucia. No se inquieta cuando se queda sin gregarios, porque ya está acostumbrado. Es mejor nadar y guardar la ropa que atacar, lo que ni necesita ni le conviene. Hasta se permite ganar a Valverde el esprint por la segunda plaza. «Si hubiese estado en juego el triunfo de etapa habría sido otra cosa, pero me da igual ser segundo que tercero», defiende el Bala.

LA ÚLTIMA GRAN BATALLA // Queda solo una batalla, mañana en la Sierra de Gredos, porque hoy un esprint o una fuga se coronará en Toledo, donde se anuncia mal tiempo. A Roglic, crecido entre esquís y nieve, poco le importa. No hay cava ni champán, solo cerveza en el podio. Abajo le espera su mujer, a la que entrega las botellas que le han regalado, porque él no bebe. Se reserva para el domingo, con permiso de Gredos... y Valverde. Se desconoce si es feliz, aunque aparentemente sí sonríe y besa a su mujer y al bebé. Con el resto de los humanos, se muestra tan frío como el invierno de Eslovenia.