Un copazo de tila cargado de goles para calmar los nervios, recuperar la confianza y rescatar el olfato de sus tres delanteros. Bacca, Gerard y Toko-Ekambi constituyen la mayor inversión en ataque del club amarillo en toda su historia y eran, a priori, una garantía de gol, conformando una de las artillerías más potentes de LaLiga. Los tres vieron puerta sumando hasta en ocho ocasiones, con el póquer del camerunés, la dupla del colombiano y el tanto del barcelonés, complementado con la diana en el descuento de Raba. Una victoria con más simbología en forma de alimento psicológico que por su valor real, pero que debe ser el punto de partida para la escalada en el torneo doméstico.

Golear al Almería en La Cerámica y superar la ronda de dieciseisavos de final en la Copa del Rey no se puede considerar una hazaña. Igual que tampoco fue un fracaso caer en el Camp Nou, el pasado domingo. No es una cuestión de marcador el análisis, pero sí de sensaciones. Este Villarreal vive angustiado por los resultados adversos desde el minuto 1 del inicio de la competición. Víctima de sus propias expectativas, convaleciente de una ansiedad autoinoculada y enfermo por retroalimentación. Pero también con la fortaleza suficiente para el diagnóstico de sus problemas y sus males. Un equipo con más virtudes que defectos, pero siempre con los últimos asumiendo un protagonismo desmesurado.

De las depresiones solo se sale con positivismo y el convencimiento firme de que se puede superar la enfermedad. El Villarreal lleva varios partidos mostrando brotes verdes, incluso en el Camp Nou, aunque el potencial del rival y los propios miedos lo dejaron todo en una derrota digna, pero derrota al fin y al cabo.

COGER CONFIANZA // La Copa del Rey podía haberse servido con venenoso arsénico, pero llegó repleta de burbujas del mejor champán. El Submarino necesita confianza, que únicamente se adquiere con goles y triunfos. No hay más. El de anoche no fue un equipo muy diferente al de otros partidos, pero el gol lo es todo en el fútbol y quien decide los destinos. Y había tomado un camino distinto al de los amarillos.

El Villarreal afrontó el partido con tranquilidad, jugando a lo que sabe, con un once cargado de no habituales pero repleto de talento y que para sí quisieran muchos equipos de Primera. Calleja apostó por el rombo, con Raba en el vértice superior y Javi Fuego en el inferior, con Morales y Trigueros en los lados. El asturiano, que regresaba después de seis meses de inactividad, le dio un toque de personalidad y equilibrio a una línea que necesita galones, desde que Bruno y Rodri dejaron el uniforme del Submarino. Y por fin Raba fue Raba. El cántabro supo poner en el mismo plato su incuestionable talento con una disciplina y trabajo que son obligadas para cualquier futbolista, léase hasta para el mismo Messi. ¡Ya era hora de que le devolviera al técnico una pequeña parte de la confianza que siempre le ha otorgado, con reembolso cero casi siempre! Anoche decidió jugar al fútbol... y se salió. Morlanes, otro de los genios de Miralcamp, se unió a la fiesta con un puñado de detalles de exquisita factura.

POR SUS FUEROS // Mención aparte para Toko-Ekambi. Posiblemente menos brillante y activo que en otros días, pero haciendo lo que se le pide a un delantero: marcar goles. Lo hizo hasta en cuatro ocasiones; cada uno de ellos debe reafirmar su autoestima para LaLiga y la Europa League.

El internacional camerunés recuperó la precisión que un punta de su categoría necesita y fue alimentando su confianza tanto a tanto. No hay mejor terapia para un delantero que arrodillarse en la hierba para celebrar un gol. Bacca y Gerard Moreno también se subieron a ese diván imaginario que tanto necesitan ambos con sendas dianas el primero y una más del segundo.

Después de tanta sequía, los goles llegaron como agua bendita caída del cielo al rescate de los pozos secos de Toko-Ekambi, Gerard y Bacca, hambrientos de su liquido vital, de lo que confiere sentido a su papel en el juego.

Le tocó al Almería el despertar de la bestia que llevan dentro de sí los jugadores del VIllarreal. Le cayeron ocho como podrían haber sido 10, 11 o 12. Pero la cifra, el número o el ver en el marcador el 8-0, era, más que nunca, lo de menos. El Villarreal recuperó una cuota de su nivel como equipo, y lo hizo moviendo el balón con inteligencia, fiel a su idea. Sí, el rival era un Segunda A cargado de suplentes, pero el equipo de Calleja había sucumbido esta temporada contra adversarios también muy inferiores.

EL SÁBADO, OTRA HISTORIA // La Copa vino cargada de tila para calmar los nervios, de buen fútbol para alimentar el talento incuestionable de los amarillos. También de goles para recuperar el olfato de tres delanteros de postín, que hasta anoche vivían presos de sus propias angustias.

El Villarreal empezó a curar sus males, espantar sus fantasmas y a creerse que es un gran equipo con un buen entrenador. Los ocho goles son anécdota: lo importante es que el Villarreal vuelva a ser el Villarreal, que todos los jugadores crean en sí mismos y que la de anoche sea la primera de una racha de victorias consecutivas. El sábado llega el Celta, partido vital para poner tierra de por medio con el descenso.

JUEVES

6 DE DICIEMBRE DEL 2018

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