«Es injusto que una mujer occidental pueda venir a Arabia Saudí para practicar deporte mientras no les está permitido a las mujeres locales». Sarah Al-Yahia vive exiliada en Europa desde que su seguridad se vio comprometida por su activismo a favor de los derechos de las saudís. Esta semana se ha celebrado la Supercopa de España en su país, una competición que busca blanquear la teocracia del Golfo. «La situación de las saudís es bastante lejana de la que nos están vendiendo las autoridades del país y la federación española», explica Carlos de las Heras, portavoz de Amnistía Internacional en Arabia.

«Es cierto que ha habido avances en el último año y medio, pero la realidad es que los derechos de las mujeres no existen», subraya. El ambicioso programa del príncipe heredero, Vision 2030, promueve un estilo de vida más activo entre la población saudí. Por ello, en el 2017 se permitió, por primera vez, las prácticas deportivas en las escuelas de niñas. En Arabia sigue imperando un régimen de tutelaje por el cual los hombres de su familia tienen la última palabra a la hora de decidir si ella puede casarse, trabajar o ir a un estadio de fútbol. «Que durante cuatro días puedan disfrutar de los partidos en igualdad de condiciones no va a cambiar nada, porque solo accederán las de clase más alta o que tienen buena relación con su guardián», critica Al-Yahia.

Son estas mujeres quienes desde el 2017 pueden hacer ejercicio en gimnasios para féminas. Así intentaron resolver la obesidad en las saudís, con un 44% de la población que la sufre, frente aun 26% de la masculina.