En boxeo el Villarreal hubiera ganado a los puntos al Espanyol. Un partido con más fútbol y ocasiones que el pobre 0-0 que reflejó el marcador al final del choque. Un empate que hay que valorar en la justa medida de los méritos de un oponente que jugó a un buen nivel en Vila-real y que supo desconectar la mayor calidad de los amarillos, que dejaron buenas sensaciones en cuanto a la solidez de su juego de equipo, aunque no tuvieron la inspiración necesaria para doblegar a un Espanyol serio, correoso y que supo hacer ese fútbol antipático que agrada a Quique Sánchez Flores. Y lo cierto es que también dispuso de sus ocasiones, igual que el Villarreal. Ninguno anduvo fino en los metros finales.

El Submarino también echó de menos la visión y ese último pase de Trigueros, muy apagado durante los 80 minutos que estuvo en el campo. Y esta vez el tándem Bacca-Bakambu no pudo darle los tres puntos a su equipo. Los pericos desactivaron el arsenal ofensivo que posee este Villarreal. Al final, justo reparto de puntos, aunque los amarillos fueron mejores en el cómputo global, pero no lo suficiente para hacer doblar la rodilla a un aguerrido Espanyol. Lo más positivo, la continuidad en la mejoría en el juego defensivo.

Quique se puso el traje de corderito en la previa del partido, aludiendo a, en su entender, la supuesta superioridad del Villarreal sobre el Espanyol. Indudablemente si alguien conoce perfectamente al entrenador periquito era el amarillo. Escribá alineó lo más cercano a su mejor once, aunque este término se puede interpretar como subjetivo porque quedándose en el banquillo futbolistas como Soriano o Fornals, por no obviar a Ünal, Sansone o Rubén Semedo, es complicado hablar de equipo de gala. La entrada de Cheryshev y la presencia de Mario en el lateral constituían las dos novedades respecto al once de Vitoria.

PARA EMPEZAR, SUSTO // El Villarreal comenzó con más posesión del balón que el Espanyol. Sin embargo las llegadas con más peligro en los minutos iniciales llegaron del bando catalán, en sendos remates de Jurado y Hermoso que dejaron en silencio el Estadio de la Cerámica. Entre medio de ambos, un posible penalti a Castillejo, pero que la exageración en la caída del malagueño pudo motivar que el árbitro, delante de la jugada, obviara el contacto —que existió—, en la acción.

Los dos equipos se profesaron respeto y evitaron cualquier opción de dejar espacios libres al rival. El Submarino juntó bien sus líneas, cerró espacios y sus concesiones llegaron únicamente en acciones en el que el delantero ganó la acción al defensa en la marca. Samu Castillejo, con gran libertad de movimientos y buscando posiciones interiores, se convirtió en el gran ideólogo del juego ofensivo del Villarreal.

El partido entró en una fase de alternancia en el intercambio de golpes, aunque marcada por las imprecisiones en el remate final, sobre todo por el bando del Espanyol. El Villarreal ofrecía la sensación de que controlaba el partido, pero le costaba poner en apuros a Pau, portero perico.

La primera gran oportunidad del Submarino llegó por medio de un tiro envenenado de Trigueros desde 25 metros que se perdió por escasos centímetros por la escuadra. Minutos después una jugada al primer toque entre Samu, Bacca y Bakambu acabó con un tiro del congoleño a las manos de Pau López. Pero una gran parte del mérito de que el Villarreal no pudiera desplegar todo su potencial la tuvo un Espanyol disciplinado, serio y correoso, que se lo puso difícil al Villarreal. La primera parte acabó con empate a todo: ocasiones, posesión y la sensación de equidad máxima.

Al Villarreal le costó quitarse de encima el sudor de los jugadores del Espanyol que mantuvieron la intensidad máxima para cortocircuitar los espacios y no dejar hilar el fútbol más creativo de los amarillos. Gerard Moreno dio el primer susto nada más comenzar el segundo tiempo, pero Barbosa, seguro toda la noche, tapó bien el primer palo y desconectó la cabalgada del examarillo. Hasta que el Espanyol fue pagando su esfuerzo y el Villarreal empezó a jugar más cómodo.

ARREÓN FINAL // El partido se fue decantado del costado de los de Fran Escribá. Bakambu, con malabarismo incluido, tuvo el 1-0 en sus pies, pero primero Pau y luego la falta de tino de los posteriores remates mantuvieron el cero en la portería visitante.

El Villarreal ya había puesto la velocidad de crucero y su punto de mira en el área perica, pero no encontraba el pase definitivo ni esa pizca de acierto necesaria. No fue la noche de Manu Trigueros, muy espeso durante todo el partido, y Escribá tuvo que sacar a Pablo Fornals, aunque demasiado tarde. El Espanyol se replegó en su campo y defendió bien los balones aéreos que se mandaron para Bakambu y Ünal en los minutos finales desde las bandas. Faltó ese punto de precisión o suerte, pero sin restar méritos a un rival muy concentrado que ofreció una buena imagen en la Cerámica. El Villarreal mantuvo la progresión de la última semana, pero anoche no estuvo tan lúcido en la creación. Cuatro partidos sin perder es la lectura positiva, aunque la mejor es que el equipo parece en la buena senda.