Si nada lo remedia en los tres partidos que restan para la final, la Eurocopa del 2016 será recordada más por la cantidad que por la calidad. Se esperaba bastante más del invento de Platini, que abrió el torneo a 24 selecciones, con el consiguiente aumento de partidos. De los 31 en 24 días del 2012 se pasó los 51 de este año en un mes exacto. Una veintena más de duelos que solo han servido para extremar las precauciones, aumentar el cansancio de los jugadores y eternizar el cuadro. Ya se han consumido 48 pulsos, con cuatro prórrogas y tres tandas de penaltis en 4.500 minutos de juego. La conclusión es clara: falta calidad y atrevimiento.

La mayor tortura se vivió en el Croacia-Portugal de octavos, catalogado como el partido más aburrido de este siglo. Desde la Eurocopa de 1980, en un España-Italia, no había un encuentro sin un solo tiro a puerta en los 90 minutos. “Ganó el peor, el que no propuso nada. El fútbol no fue justo”, afirmó Rakitic entre lágrimas. Así ha caminado Portugal hasta las semifinales, sin ganar ni un partido en los 90 minutos, emulando al PSV de 1988, que conquistó la Copa de Europa empatando sus cinco últimos choques. “Prefiero estar aquí jugando feo que haciéndolo bonito y estar en mi casa. No hemos hecho exhibiciones ni un gran fútbol, pero hemos sido perfectos en otros aspectos”, responde Danilo, jugador del Oporto.

Los analistas destacan un cambio de tendencia, apoyado por el adiós de España, campeona de las dos últimas ediciones. “Es la Eurocopa del colectivo, del corazón, de la fuerza, de la táctica, no es la Eurocopa del talento”, reflexiona Bixente Lizarazu, comentarista estrella de la TF1 francesa. “No me sorprendió que perdiera España, todos saben ya cómo juega, debe buscar un plan B, un plan C. En esta Eurocopa está primando la defensa, casi todos se cierran. Ahora todos corren y presionan, hay un entusiasmo sin límites en selecciones como Islandia y Gales. Hay que sudar sangre para ganarles porque son pequeños pero tienen colmillos”, aporta el argentino Mario Kempes.

Tampoco han faltado las críticas al césped, especialmente en Lille, y la clásica debacle de Inglaterra, un reflejo del pobre juego de todo el campeonato. Viendo el transcurso del torneo más de uno se acuerda de la rocosa Grecia de Otto Rehhagel, campeona en el 2004. H