Cuando el rival se marcha contento por el juego desplegado, el entrenador local se queja de que ganando así pronto se acabará perdiendo, suele suceder que el ganador ha adquirido la categoría de equipo grande que vence los partidos jugando a medio gas. Pero, ¡bendito problema el del Villarreal! El Submarino no desplegó su mejor fútbol, pero tampoco estuvo a un nivel demasiado inferior al de otros partidos anteriores como, por ejemplo, ante Deportivo o Valencia. La sexta victoria consecutiva del Villarreal cayó como las anteriores, fruto de la ley de la gravedad, porque este equipo se ha convertido en un bloque difícil de derrotar. Defiende un estilo, juega como un bloque con mayúsculas y tiene gen competitivo de grande.

JUEGO MENOS BRILLANTE // Marcelino ha sabido superar las dificultades de las lesiones y adaptarse a las características de los jugadores. El Villarreal no es tan brillante como antes, pero gana como ayer con relativa facilidad. Encadenar seis victorias consecutivas no está a la altura de cualquiera. De este Villarreal, sí y sus diferencias con algunos de los directos rivales son considerables: Valencia (16), Sevilla (10) y Athletic (11). Y el Madrid solo le saca un punto. Los números no engañan.

Marcelino ha encontrado un equipo titular, aunque con la política de dosificación de esfuerzos del técnico es más conveniente matizar y dejarlo en un once de gala para los partidos que el entrenador asturiano considera más importantes. Después de la Copa tocaba el bloque que mejor rendimiento competitivo le está dando al Villarreal y el que más equilibrio defensivo/ofensivo está ofreciendo. La pareja de centrales Musacchio y Víctor Ruiz, con este último en un espléndido momento, el tándem Bruno-Trigueros, que atesora todas las virtudes que se le pueden pedir a dos centrocampistas. Y a eso se añade la fórmula Jonathan, que da un plus de competitividad y le convierte en el termostato del fútbol defensivo. Con ella se pierde desequilibrio y verticalidad en ataque, pero se compensa sobradamente por el equilibrio que le da al Villarreal. La responsabilidad ofensiva quedaba para Denis Suárez y el dúo Soldado-Bakambu.

El Sporting desarrolla un juego en el que también prevalece la filosofía de equipo por encima de casi todo, porque ese casi es Halilovic. El croata juega a su aire en un bloque de 10 jugadores en el que él representa la fantasía, el talento, la improvisación y la anarquía. En el Sporting la responsabilidad de atacar recae en este menudo jugador de una gran calidad técnica, pero que debe aprender a jugar en equipo.

El Villarreal controló el juego con más facilidad cara a la grada de la que se traducía en el campo. El Submarino marcaba el tempo, pero el Sporting mandaba zarpazos que alertaban de un peligro posible, aunque en la práctica se redujera a las arrancadas de Halilovic o alguna acción a balón parado como el gol anulado a Bernardo por falta a Areola.

CONTUNDENCIA EN el ÁREA // Si la contundencia defensiva del Villarreal se ha convertido en su principal axioma, no lo es menos la eficacia que está mostrando en el área rival. Bruno robó un balón en la frontal del área, vio la posición de Soldado escorado aunque en posición de probable fuera de juego, y al primer toque el balón le llegó a Bakambu, siempre con la caña preparada, que solo tuvo que empujar el balón a la red.

El gol no modificó para nada el molde inicial que ambos conjuntos habían elegido. Pocos equipos formulan una propuesta basada en la idea de juego colectivo por encima de todo como la del Villarreal. Y el Sporting, ídem de ídem, con un fútbol vistoso pero poco dañino a la hora de finalizar, todo basado en Halilovic y el croata ayer hizo mucho ruido pero poco más.

MÁS BAKAMBU // Hasta que llegó el 2-0 en los albores del segundo tiempo. Otra vez Bakambu, pero en esta ocasión con un tanto de diseño con su firma exclusiva. El congoleño amagó en el área y colocó el balón al palo contrario, como empujado con la delicadeza del botín de un bebé y el trazado fino de un artista con el pincel. Un golazo que dejaba muy encarrilado el partido.

Hasta el final poca historia. El Villarreal ejerciendo su fútbol control y el Sporting enredado en un juego alegre y vistoso pero que no cosecha frutos. Con Halilovic solo no le llega a Abelardo para hacer daño a los rivales.

Aún dispuso Leo Baptistao de la oportunidad del 3-0 al ejecutar una contra y superar la salida del portero rojiblanco, pero el brasileño se recreó demasiado en la acción y desperdició una buena ocasión. El Villarreal sigue en racha. El miércoles, la Copa. H